Fe secular. Entrevista con Martin Hägglund. Por Andrés Lomeña

 

CAPITÁN SWING Portada de ‘Esta vida’.

Hay libros de filosofía que no se entienden con facilidad, como los de Hegel, y libros de filosofía que se digieren perfectamente y que además te permiten entender a Hegel, como Esta vida (Capitán Swing, 2022) de Martin Hägglund. Este ensayo, según reza el subtítulo, trata de explicarnos por qué la religión y el capitalismo no nos hacen libres. Dicho así, puede parecer un libro marxista más. Para nada. Hägglund tampoco es un nuevo ateo ni nada parecido. Él propone una filosofía de la finitud, pensar en la mortalidad más que en la eternidad y disfrutar la vida no como un regalo del Cielo, sino como una actividad donde establecemos vínculos sociales que dan sentido a nuestra existencia. Esta fe secular no requiere de ningún rezo ni liturgia.

Su libro desarrolla la idea de una fe secular frente a la fe religiosa. ¿Por qué usa el término fe, cuando tenemos otras expresiones como creencia, confianza, razonamiento, logos o pensamiento crítico?

Quería deconstruir el término porque se entiende mejor en un sentido secular. La fe no como algo sobrenatural, sino como un esfuerzo por mantener la esperanza en algo o establecer compromisos con algo. Entender la fe como algo temporal, finito, es una forma de analizar la realidad mucho más dinámica y práctica.

Además de la palabra fe, uso muchos otros términos a lo largo del libro, pero hay una crítica inmanente a la religión, desde sus propios usos, y no tanto desde fuera. Lo mismo ocurre con la espiritualidad.

Hubo un debate entre el papa Ratzinger y el filósofo Habermas en torno a la espiritualidad. Para ellos la espiritualidad es el verdadero pegamento social de las diferentes culturas y naciones. ¿Usted no ve necesario ese sustrato espiritual?

Me alegra que saques a colación ese debate porque dedico muchas páginas a la idea de la vida moderna como una especie de déficit (el desencantamiento del mundo, según los términos de Max Weber): habríamos perdido parte de nuestra solidaridad, de la idea de comunidad. La modernidad se ha explicado a menudo a través de esa pérdida de religiosidad. Argumento que las religiones modernas son insatisfactorias no a causa de esa pérdida espiritual, sino porque no hemos logrado aún la libertad social. Necesitamos ese pegamento social, pero tenemos que entender la vida en común y el reconocimiento mutuo como nuestro objetivo más elevado. La religión nos plantea una relación vertical, pues todo emana de una instancia superior, mientras que yo trato de ubicar el sentido entre nosotros, es decir, a través de nuestras relaciones.

Teniendo en cuenta que buena parte de la filosofía es teología, no sé si hay muchos filósofos que cumplan con su visión de la vida…

Los grandes héroes de mi concepción de la finitud serían Hegel y Marx, aunque a ambos se les ha malinterpretado en numerosas ocasiones. Me interesa Hegel porque veía la religión no como una fuente de autoridad externa, sino como una manifestación histórica consustancial al ser humano. Por otra parte, un pensador como Derrida escribió sobre las condiciones de vida y no solamente sobre el lenguaje, así que también podemos hallar algunas ideas interesantes en el filósofo francés. En cualquier caso, mis argumentos no dependen de la lectura de Hegel ni me interesa demasiado mencionar a pensadores específicos porque de lo que se trata es de dilucidar los principios fundamentales sobre la vida y la muerte, esto es, sobre la fragilidad humana.

No pertenece al nuevo ateísmo porque ellos recuperan el viejo conflicto entre razón y fe, ¿verdad?

El nuevo ateísmo se acerca al fenómeno religioso desde lo empírico: los dioses no son reales, son meras fantasías. La idea esencial de mi libro no es que la eternidad sea falsa, sino que, incluso si fuera verdadera, no sería deseable. Los nuevos ateos tratan de demostrar la inexistencia de Dios. Eso no es importante en mi obra.

Su propuesta política es el socialismo democrático. A nosotros esa idea nos remite a Alexandria Ocasio-Cortez.

Ya, pero tengo que decir que la socialdemocracia y el socialismo democrático no son lo mismo. La socialdemocracia se refiere a casi cualquier tipo de política de izquierdas. Las ideas de redistribución de la riqueza son socialdemócratas. No se cuestiona la producción del valor; se distribuye de forma más igualitaria y con eso es suficiente. El socialismo democrático critica la manera en que estamos produciendo y las contradicciones del sistema que nos impiden alcanzar la libertad y la igualdad.

Estamos en un momento donde hay preguntas fundamentales sobre la mesa, como por ejemplo el número de horas de la jornada laboral. Aunque propuestas como la de la jornada laboral de cuatro días son importantes, la noción de tiempo libre para no trabajar sigue siendo una relación alienante con el trabajo. El tiempo libre tiene que ser valioso y significativo por sí mismo y es una oportunidad para ejercitar nuestra libertad. En resumen, el problema no es el trabajo en sí ni crear más horas vacías. El tiempo ha de crearse para actividades que puedan reafirmar lo que resulta valioso para nosotros.

Le han dado el prestigioso premio René Wellek por su obra.

Me quedé gratamente sorprendido porque es un premio de literatura comparada. Las humanidades se entienden de forma muy amplia y tienen cabida la filosofía y otras disciplinas, siempre y cuando ayuden a repensar cuestiones fundamentales sobre el ser humano.

Me imagino que Esta vida no es su última palabra sobre la idea de la mortalidad.

Ahora estoy dedicando mi tiempo a pensar en la mortalidad del alma. Me interesa desarrollar una noción materialista del alma que va desde Aristóteles a Hegel y Marx. Una vez más, se trata de acercarse al anima como si se tratase de una actividad o proceso, de un modo similar a la relación que hay entre el ojo y la actividad de ver; no puedes separar el alma del cuerpo igual que no puedes separar la visión del ojo. La idea es la misma: el riesgo de la fragilidad y de la pérdida, y por supuesto la presencia de la muerte, es una experiencia que puede asustarnos, pero también constituye el sentido de la existencia y podemos afrontarla juntos.

Por último, siempre se dice que un presidente estadounidense puede ser negro o mujer, pero no ateo. ¿De verdad es así?

M.H.: Sí, creo que es cierto. Estados Unidos aún parece necesitar la religión como una autoridad moral definitiva (la idea que defiende Ratzinger), lo cual muestra cuánto trabajo queda aún por hacer para poder articular un mundo secular y asumir las responsabilidades de nuestras vidas.

Notas

Andrés Lomeña

Es Profesor, doctor en sociología y colaborador de Common Action Forum

Fuentehttps://www.huffingtonpost.es/entry/martin-hagglund_es_62ac868ae4b04a61735bb2f3

11 de julio de 2022.  ESPAÑA

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