De dónde viene el ser humano todos lo sabemos, a donde quiere llegar pocos lo conocen. Kant.
Hoy, a pesar de la realidad resulta totalmente improbable a nuestro modo de ver acercarnos al pensamiento aristotélico y kantiano si no partimos de esclarecer que la ética es una característica inherente a toda acción humana y, por lo tanto, es un elemento vital en la construcción de la realidad social. Todo ser humano posee un sentido ético; es decir, una especie de conciencia moral, la cual constantemente está evaluando y juzgando las acciones para saber si son buenas o malas, correctas o incorrectas, justas o injustas. Desde luego, constituye un elemento obligado recordar. Urge recordar que las acciones éticas deben ser el centro de los análisis que tienen que ver con los comportamientos humanos.
Otro elemento interesante en el que valdría la pena detenernos es con relación a la toma de decisiones que durante muchos años se ha movido en el plano de juzgar si una determinada conducta se ajusta o no a los preceptos establecidos por el Estado y la sociedad. Y hay que reconocer la carencia o ausencia de reglas y de principios para la opción moral que de esa etapa se pueda tener como constancia para la práctica en los tiempos modernos. Pues tanto Sócrates, como Platón e incluso el propio Aristóteles y Kant concentraron su atención en las metas globales de la vida moral, pongamos por caso: en la definición de lo bueno y de lo justo y en el cultivo de las virtudes. Desde otras perspectivas, el método virtuoso es el que está habitualmente dispuesto a actuar en conformidad con las virtudes de la valentía, la moderación o templanza y la justicia; es el que obedece los preceptos morales de una sociedad civilizada.
Si el propio devenir socio histórico cultural de la humanidad es una suerte de transformaciones y recombinaciones de valores que se integran o se desgajan en virtud de condicionantes situacionales; la ética como parte del capital cultural con soportes que se enraízan en tradiciones, costumbres y normas no ha podido hallar apoyo y protección alguna ante el indetenible embate de los cambios socioculturales y tecnológicos. Lo que parecía inmutable por el influjo del poder ha mutado de maneras desconcertantes hasta corromper a los más puros e inocentes. Es así, como la inevitable metamorfosis del pensar moderno fruto de los tecnicismos ha trascendido en las más diversas particularidades de expresión, abriendo una nueva revalorización del fenómeno ético.
Sin embargo, este fenómeno debe generar otra serie de cambios sociales sustanciales entre los que cabría señalar: la elevación de los niveles de educación, la expansión de la participación democrática según las nuevas y diversas concepciones para el manejo y aplicación práctica de los derechos civiles, entre otros.
Al reparar con detenimiento en la ética de las virtudes morales de Aristóteles, identificamos cómo para él hacer el bien solo es posible a través de la recta razón lo cual se proyecta como ética de máxima; basada en la virtud y en la perfección cuya búsqueda no parte de principios, sino con enfoques desde y extraídos de la propia actividad. Así habla de poder comportarse en el obrar desde el justo medio, no caer en excesos, ni en defectos.
Por tanto, los deberes éticos nunca deben propender a multiplicarse en su plano de realización sino más bien a su justa, exacta y oportuna correspondencia. En suma, de la orientación que tengan estas reflexiones, a nuestro modo de ver, así será la contribución o el éxito de la ética que, aunque en su esencia de interdisciplinariedad se nutre de muchas fuentes, articula con otros campos y depende de numerosos factores de condicionamiento socio-cultural, económico y político, así como de la capacidad y resortes de aprehensión de los fenómenos del individuo en sus contextos.
Notas
Fuente: https://www.proclamadelcauca.com/un-viaje-sin-retorno/
24 de enero de 2020