La escuela pitagórica /2

Dentro de los dos tipos de religión griega, la olímpica oficial (homérica) y la ctónica o mistérica, la pitagórica pertenece a la segunda. Son dos formas distintas de entender la muerte y la vida futura. Platón (República, 363d) nos transmitió un texto sobre la esperanza órfica en la retribución a los justos en forma de banquete, que tendrá lugar en el Hades.

“Yo también soy de raza divina” (lema órfico) “Hijo de Tierra soy y de Cielo estrellado” (laminilla órfica)

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La secta pitagórica mantiene una controvertida relación con la religión órfica, pues en ella aparece una clara influencia de la cosmovisión religiosa y de los cultos mistéricos del orfismo.

El helenista F. M. Cornford ha señalado el profundo influjo del orfismo en la posteridad:

“el orfismo se interpenetra con la totalidad de la tradición mística presente en la filosofía helena: el pitagorismo, el platonismo, el estoicismo, el neoplatonismo y el cristianismo” (cfr. Antes y después de Sócrates, p. 105).

Dentro de los dos tipos de religión griega, la olímpica oficial (homérica) y la ctónica o mistérica, la pitagórica pertenece a la segunda. Son dos formas distintas de entender la muerte y la vida futura.

La religión olímpica, como en Homero, valora la vida terrenal y considera la muerte algo negativo, como tránsito a la aburrida vida de las sombras en el Hades. En cambio, los cultos mistéricos, de Eleusis, dionisíacos y orfismo, valoran la vida de forma negativa y la muerte como liberación para unirse a la divinidad, después del ciclo de las reencarnaciones.

Platón (República, 363d) nos transmitió un texto sobre la esperanza órfica en la retribución a los justos en forma de banquete, que tendrá lugar en el Hades:

“Museo y su hijo conceden a los buenos en nombre de los dioses, dones todavía más espléndidos que los citados, pues los transportan con la imaginación al Hades y allí los sientan a la mesa y organizan un banquete de justos (sympósion tôn hosíon), en el que hacen pasar la vida entera coronados y beodos (methýontas), cual si no hubiera mejor recompensa de la virtud que la embriaguez sempiterna (méthen aiônion)… en cambio, a los impíos e injustos los zambullen en una especie de fango en el Hades y les obligan a acarrear agua en una criba”.

Por su parte, Alberto Bernabé ha señalado las coincidencias del cristianismo con el orfismo, sobre todo en el dualismo antropológico de alma y cuerpo:

“El cristianismo comparte con lo órfico rasgos tan fundamentales como el dualismo alma-cuerpo, que conlleva la sobrevaloración del alma y el menosprecio del cuerpo, o como la idea de salvación individual, dependiente de lo que se haga en este mundo. En cambio, el cristianismo no comparte con lo órfico la idea de transmigración, ni los tabúes de dieta y de vestido” (A. Bernabé: “El orfismo y el neopitagorismo” en A. Piñero (ed.): Biblia y Helenismo, p. 621).

El filólogo Werner Jaeger (cfr. Paideia), señala que el alma “es un huésped de paso por la casa del cuerpo”, que “la doctrina órfica de la transmigración se encuentra también en Pitágoras”, y que “la regla de vida pitagórica nos recuerda el ‘bíos’ de la comunidad órfica”. El lema de este bíos era: “yo también soy de raza divina” (Orfeo B 19).

Cornford indica la estrecha conexión entra ambas religiones al afirmar que “el pitagorismo se presenta como un intento de intelectualizar el orfismo”. Es decir, eleva a un nivel intelectual la popular religión de Orfeo.

Ya hemos señalado que Porfirio (“Vida de Pitágoras”) atribuye a Pitágoras las tesis de la inmortalidad del alma, la transmigración a otros seres vivos, dado el parentesco de los mismos, y los ciclos periódicos de acontecimientos.

Con los órficos y pitagóricos se introduce en el pensamiento griego la idea de la inmortalidad del alma, como unidad de vida y conciencia.

Los pitagóricos sostienen el origen divino del alma y su ideal de vida como purificación consistía en volver a unirse con la divinidad. El concepto de divinidad en Pitágoras es semejante al principio indeterminado de Anaximandro (tò theîon), origen del cosmos. No se trata de una divinidad trascendente, sino inmanente.

La purificación del cuerpo se consigue con una dieta vegetariana y con la abstención de carnes o habas. La del alma se consigue con el conocimiento (mathémata) y la música (preferían la cítara y la lira, instrumentos de Apolo, prohibiendo la flauta), que tiene una función catártica para la virtud entendida como armonía.

La inmortalidad del alma individual se explicaba por ser un fragmento del alma universal y divina, separada y aprisionada en un cuerpo mortal (sôma-séma). Siendo de naturaleza divina, debía retornar a lo divino. Ello se conseguía no tanto con ritos de purificación y prácticas ascéticas, al modo de los órficos, sino mediante la actividad intelectual de la filosofía, la matemática y la música.

Pero la filosofía está en ellos subordinada a la religión, como medio para conseguir la unión con lo divino, meta ideal de la vida. La teoría de la purificación del alma y el ciclo de las reencarnaciones guarda un paralelismo con el pensamiento indio.

Pero para los pitagóricos el alma no es inmaterial, pues todo cuanto existe es corpóreo y extenso. Para el pitagorismo antiguo, las almas son partículas del pneuma cósmico, que vagan por la atmósfera y entran en los cuerpos por la respiración (pnoé = aliento).

En realidad, según relata Aristóteles, sostuvieron distintos conceptos de “alma”: el alma como principio de vida (psyché) y dentro de él el alma como aire, que vuelve al aire con la muerte y el alma como armonía entre los elementos contrarios del cuerpo, concepción más tardía, derivada de la teoría de la salud de Alcmeón de Crotona.

El alma en cuanto conciencia y semejante a lo divino por su origen, transmigra a otros cuerpos de animales o plantas en un proceso cíclico y es inmortal (lo semejante busca lo semejante, como en Empédocles). Ello se relaciona con el parentesco universal de los seres vivos.

Notas:

Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/humanismo.php/2018/09/06/title-8857

7 de septiembre de 2018

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