Veamos, como tanto “Ideal”, “Los que Vivimos” e “Himno” muestran la influencia de Nietzsche en el sentido de vida de Rand, quien durante sus años en la universidad, se vio atraída por su visión del hombre heroico, su crítica a Kant y su denuncia del colectivismo y altruismo. Si Aristóteles le dio a Rand la lógica y metafísica, Nietzsche le dio la raíz de su sentido de vida, el énfasis en la aspiración, la búsqueda de valores supremos, la superación de obstáculos y el triunfo.
Vimos en mi artículo anterior que a diferencia de otros autores de ficciones distópicas, Rand comprende que el sistema totalitarista necesariamente se fundamenta en la violación de los derechos del hombre –viola su derecho a la propiedad, a su libertad de actuar según su mejor juicio y a vivir su vida como desee– y por tanto hace imposible la cooperación social, por lo que inevitablemente destruye por medio de la violencia la sociedad y su producto: la civilización, hundiendo a los hombres en la ruina económica y condenándolos a una vida de miseria, como lo retrata en “Himno”.
Veamos ahora, como tanto “Ideal”, “Los que Vivimos” e “Himno” muestran la influencia de Nietzsche en el sentido de vida de Rand, quien durante sus años en la universidad, se vio atraída por su visión del hombre heroico, su crítica a Kant y su denuncia del colectivismo y altruismo. Si Aristóteles le dio a Rand la lógica y metafísica, Nietzsche le dio la raíz de su sentido de vida, el énfasis en la aspiración, la búsqueda de valores supremos, la superación de obstáculos y el triunfo.
En “Ideal”, Rand presenta un mundo nietzscheano donde uno no encuentra la virtud de integridad en las masas, y el superhombre, o en este caso, la supermujer, cuya energía espiritual se ha secado está condenada. Kay Gonda crea para sus admiradores un mundo ideal y una persona ideal. Les da la valentía para enfrentar la vida. ¿Pero quién será su ideal y quién le dará a ella la valentía? ¿Es acaso ella la única persona en la tierra que aun persigue un ideal con toda integridad y quien no ha renunciado a sus sueños de infancia? ¿Es posible la integridad? Como el Zarathustra de Nietzsche, ella baja de su cumbre solitaria al mundo de los hombres sólo para decepcionarse. Pero, aunque ansiosa y apremiante no desespera. Y al final encuentra, de algún modo, la integridad que busca.
Algunos pasajes de “Los que Vivimos” muestran con claridad la influencia de Nietzsche en Rand. Por ejemplo, en el argumento entre Kira y Andrei sobre el comunismo, poco tiempo después de conocerse, Kira refuta con un punto de vista clásicamente nietzscheano –aunque la versión revisada es más recatada que la versión original:
“« ¿No sabes,» preguntó él, «que no podemos sacrificar millones en beneficio de algunos pocos?»
« ¿Puedes sacrificar a los pocos? ¿Cuándo esos pocos son los mejores? Niégale a los mejores su derecho a lo más alto –y no te quedará ningún mejor. ¿Qué son tus masas sino millones de almas aburridas, marchitas, estancadas que no tienen pensamientos propios, ni sueños propios, ni voluntad propia, que comen y duermen y mastican inútilmente las palabras de otros que han sido puestas en sus cerebros? ¿Y por esos sacrificarías a los pocos que conocen la vida, que son la vida? Desprecio tus ideas porque no conozco peor injusticia que dar lo no merecido. Porque los hombres no son iguales en habilidad y uno no puede tratarlos como si lo fueran. Y porque aborrezco a la mayoría de ellos.»” [AynRand. We The Living. Signet, New York, 80].
(“«Igualdad a los iguales, desigualdad a los desiguales» –ese sería el verdadero slogan de justicia; y también su corolario: « Nunca iguales lo que es desigual.»” [Friedrich Nietzsche. Twilight of the Idols.])
Leo Kovalensky, el aristócrata es un buen candidato para el superhombre nietzscheano. Leo es hermoso, arrogante y valiente. No duda en insultar en su cara a sus verdugos. Sin embargo, su valentía, al igual que su belleza, es delicada. Su perfecto físico sucumbe ante la tuberculosis y su espíritu arrogante se quiebra bajo la prolongada presión. De ser un aristócrata desciende a ser un estudiante ordinario y de ahí a ser un contrabandista y de ahí a ser un gigolo. Rand nos conduce a la conclusión de que el superhombre nietzscheano no pertenece realmente al mundo del totalitarismo colectivista, pues no puede perseguir sus valores, no puede superarse a sí mismo y convertirse en la obra de arte más importante que pueda crear.
En “Himno” es evidente la influencia estilística de Nietzsche, particularmente en el capítulo once donde los párrafos iniciales son muy similares a los de “Así habló Zarathustra”:
“« Estoy aquí en la cima de la montaña. Alzo mi cabeza y extiendo mis brazos. Este, mi cuerpo y espíritu, este es el fin de la búsqueda. Yo quise saber el sentido de las cosas. Yo soy el sentido. Yo quise encontrar una justificación para ser. No necesito una justificación para ser, ni una palabra de autorización para mi ser. Yo soy la justificación y la autorización.»” [Ayn Rand. Anthem. Signet, New York, 108].
En esta novela Rand escoge la versión última del superhombre de Nietzsche para crear al suyo. Los primeros que menciona Nietzsche como hombres superiores son Alcibiades, Alejandro Magno, Julio Cesar, Cesar Borgia y Napoleón. Todos valientes, duros, con voluntad de poder, capaces de destruir las instituciones existentes y de crear nuevas. Pero luego Nietzsche considera que el superhombre corresponde al tipo creativo que más admira y aplica el concepto a Leonardo y a Miguel Ángel. Concluye Nietzsche en el “Ocaso de los Ídolos” que el mejor ejemplo del superhombre es Goethe, quien se supera a sí mismo, se perfecciona a sí mismo, creando la más grande obra de arte de la que el hombre es capaz de crear: se crea a sí mismo. “Un hombre en este estado [creativo] transforma las cosas hasta que reflejan su poder –hasta que son reflejos de su perfección. Este tener que transformar hasta la perfección es–arte.” [Friedrich Nietzsche. Twilight of the Idols.]:
“Goethe concibió a un humano que sería fuerte, sumamenteeducado, hábil en todo asunto corporal, con autocontrol, reverente hacia sí mismo, y que puede permitirse el rango completo y riqueza de ser natural, suficientemente fuerte para tal libertad; el hombre tolerante, no por debilidad sino por fortaleza, porque sabe cómo usar en su beneficio, aun aquello de lo que perecería la naturaleza mediocre; el hombre para el que no hay ya nada prohibido –a menos que sea la debilidad, ya sea que la llamen vicio o virtud.” [Friedrich Nietzsche. Twilight of the Idols.]
Rand decidió que el verdadero egoísta no es el gobernante que busca poder sobre los demás sino que el creador. El héroe de “Himno” es el creador, en su versión de científico e ingeniero. Equidad 7-2521, no sólo crea de nuevo la luz eléctrica, sino que rechaza los valores de su comunidad, crea nuevos valores y crea su nuevo nombre: Prometeo; se crea a sí mismo como el primer individuo reverente hacia sí mismo, el hombre para el que ya no hay nada prohibido –excepto lo que perjudica su vida. Es ese superhombre creativo que es el culmen de Nietzsche.
En el “Manantial” Rand se distancia de Nietzsche, lo que manifiesta explícitamente en la introducción del libro, donde nos dice que la mejor manera de comunicar el sentido de vida del “Manantial” es una cita de Nietzsche, que eliminó del libro por estar en profundo desacuerdo con la filosofía de éste. Sin embargo, gracias esta aclaración, la incluye en la introducción:
«“No son las obras, sino la creencia lo que es decisivo aquí y que determina el orden de grado –para emplear una vez másuna antigua fórmula religiosa con un sentido nuevo y más profundo– es una certeza fundamental que un espíritu noble tiene de sí mismo, algo que no debe buscarse, no debe encontrarse, y que quizás, tampoco debe perderse. –El espíritu noble tiene reverencia por sí mismo.” (Friedrich Nietzsche, Más allá del Bien y del Mal.)» [Ayn Rand. The Fountainhead. “Introduction”, Signet, New York, xi.]
El superhombre randiano es Howard Roark, explícitamente identificado como tal en un párrafo donde Toohey se dirige a él:
“Ellsworth Toohey hizo dos sugerencias menores: encontró, en el depósito del Banner, la fotografía de Roark en la inauguración de la Enright House, la fotografía de la cara de un hombre en un momento de exaltación, y la hizo imprimir en el Banner, sobre el subtítulo: « ¿Esta feliz, sr. Superhombre? »” [Ayn Rand. The Fountainhead, Signet, New York, 343.]
Howard Roark, el superhombre randiano, es totalmente integro e independiente, se hace a sí mismo, decide en base a un razonamiento objetivo, tiene una extensa lógica en todas sus acciones, difícil de ver debido a su magnitud y consecuentemente engañosa. Su propósito está definido en sus valores, que persigue superando los obstáculos que se le interponen. Tiene la habilidad de extender su voluntad através de grandes trechos de su vida y de despreciar y rechazar todo aquello que es nimio.
Rand contrasta, en la novela, a su superhombre con el superhombre primigenio de Nietzsche, representado en la figura de Gail Wynand, quien busca el poder sobre los demás, con su “moralidad de amo” y que descubre al final que él resulta ser el esclavo de las masas que desprecia. Su sueño del Edificio Wynand como un monumento a su vida resulta ser tan solo una mofa y un reproche.
Vemos ya en esta novela varias de las ideas básicas de la filosofía de Rand, pero que aún no ha elaborado en la filosofía que llegará a ser el Objetivismo. El discurso final de Roark trata primordialmente de los conceptos clave de creatividad, integridad y acción auto generada como la esencia de la vida apropiada del hombre –las raíces de la ética Objetivista que Rand desarrolla durante los trece años siguientes en la “Rebelión de Atlas”.
Continuará.
República es ajena a la opinión expresada en este artículo
Notas:
Fuente: https://republica.gt/2018/07/11/el-metodo-literario-de-ayn-rand-6a-parte/
15 de julio de 2018. GUATEMALA