En el prólogo al primer tomo de Esferas, del alemán Peter Sloterdijk, su compatriota Rüdiger Safranski empieza por comentar la primera gran obra de este autor indispensable: Crítica de la razón cínica, publicada en 1983.
Safranski advierte que para el pensamiento alemán (a pesar de los pesares, el más vivo y perdurable de hoy) esta obra representó una nueva frontera, tal como La decadencia de Occidente, de Oswald Spengler, marcó en 1918 el final de la gran cultura europea del siglo XIX y, a la vez, la cruenta y caótica entrada en esa crisis perpetua que solemos llamar la modernidad.
Pero si Spengler era un nostálgico que añoraba a los césares y gustaba de la voz imperiosa, agrega Safranski, en Sloterdijk tenemos a un recalcitrante discípulo de Diógenes, con su barril a cuestas, que sufre su época con la intensidad de un poeta y propone una agónica ética que, si no nos puede guiar por el laberinto de nuestros errores, al menos ayuda a no descender al canibalismo.
”Crítica de la razón cínica”, dice Safranski, “cuenta cómo, tras desenmascaramientos e ilustraciones, la conciencia moderna tomó conciencia de sí y cómo ahora, con correcta conciencia, obra sin embargo incorrectamente”.
Más que crear una escuela filosófica, Sloterdijk se propone devolver a la filosofía su capacidad de meditación cotidiana. Una filosofía de renovada apertura, que se atreve a confesar sus perplejidades.
”Desde hace un siglo, la filosofía se está muriendo y no puede hacerlo porque todavía no ha cumplido su misión”, precisa Sloterdijk. “Por esto, su atormentadora agonía tiene que prolongarse indefinidamente. Allí donde no pereció convirtiéndose en una mera administración de pensamientos, se arrastra en una agonía brillante en la que se le va ocurriendo todo aquello que olvidó decir a lo largo de su vida. En vista del fin próximo quisiera ser honrada y entregar su último secreto: los grandes temas no fueron sino huidas y verdades a medias”.
Sloterdijk nació el 26 de junio en Karlsruhe, en el suroeste de Alemania, cerca de la frontera francesa. La ciudad, cuyas calles surgen desde un castillo como los rayos del sol, es el asentamiento de las dos principales cortes de la nación y se considera el hogar de la justicia alemana. Estudió Filosofía, Germanística e Historia en la Universidad de Munich, culminando sus estudios filosóficos con un doctorado de la Universidad de Hamburgo. Polemista incansable, su presencia es habitual en programas de radio y televisión.
”No es exagerado decir”, destaca Safranski, “que Sloterdijk ha elevado a un nivel completamente nuevo la filosofía de la coexistencia en el espacio común”.
En español, su obra ha venido publicándose en la editorial Siruela, de Madrid. Traducido por Isidoro Reguera, este primer tomo de Esferas es un magnífico portal a las ideas de un autor fundamental que ninguna persona culta debe desconocer. (Los otros dos tomos ya están disponibles). Además, Sloterdijk escribe en un estilo sumamente accesible, impregnado de ironía y, en ocasiones, del ritmo y el lirismo de la buena literatura.
Vivimos en esferas, con espacios no menos delimitados que las fieras de un zoológico. Entonces, tal como recreamos el espacio natural de las especies que deseamos salvar de una segura extinción, tenemos la obligación moral (y en esto nos va la supervivencia) de crear sociedades capaces de preservar nuestros saberes, potenciar nuestras esperanzas y conducirnos al reencuentro de nuestra común humanidad. Puede parecer un ideal demasiado ambicioso. Autores como Sloterdijk nos enseñan a ser optimistas.•
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Fuente: http://www.elnuevoherald.com