Una crítica al Escepticismo desde coordenadas materialistas

Una crítica al Escepticismo desde coordenadas ontológicas y gnoseológicas materialistas

Crítica al escepticismo, entendido como duda del mundo externo y/o como crítica radical de todo fundamento de la Verdad

Planteamiento

La tesis de este trabajo consiste en mostrar que la duda escéptica respecto del mundo externo es posibilitada por las coordenadas epistemológicas desde las que se formula, que vienen inducidas por ciertas coordenadas ontológicas de corte monista o dualista. Asimismo, la crítica del fundamento último de la Verdad es deudora de las mismas coordenadas epistémico-ontológicas.

Para ello me moveré en unas coordenadas ontológicas y gnoseológicas materialistas, tras cuya presentación quedará vislumbrada la trampa escéptica. Veremos en particular que la crítica antiescéptica de Wittgenstein en Sobre la certeza es insuficiente al no contar con unas coordenadas pluralistas como las aquí presentadas.

Ontología

«El Mundo es el resultado de la «organización» que algunas de sus partes (por ejemplo, los hombres) establecen sobre todo aquello que incide sobre ellas, y está en función, por lo tanto, del radio de acción que tales partes alcanzan en cada momento»{1}

Entiendo la Filosofía como un saber de segundo grado{2} (que trata Ideas; la Idea central en Ontología es la de Ser, aquí reabsorbida, como veremos, por la Idea de Materia), que reflexiona sobre los saberes de primer grado en marcha (trabajan con conceptos, y son propios de las técnicas, tecnologías, ciencias, literatura…); por ello es un saber abierto (no hay sistema filosófico definitivo), al depender de estos saberes en marcha, y por lo mismo de conceptos que se van abriendo por el uso práctico operatorio. Como se ve, las coordenadas del presente trabajo son materialistas (la Filosofía no es una reflexión sobre el Ser y la Nada, ni es la Ciencia de los primeros principios; tampoco es la contemplación de Dios o de su Creación).

¿Qué se entiende por Materia? Hay que acudir, como decimos, a los usos mundanos (saberes de primer grado) que tratan con el concepto materia, para poder formar la Idea de Materia. Se vincula, primero, la materia, a contextos tecnológicos, es decir, a contextos en los que intervienen ciertos cuerpos trasformados mediante operaciones corpóreas y que suponen un nivel organizado y cooperativo del mundo (lenguajes, normas sociales); por ejemplo, un hacha de sílex supone la transformación de cuerpos (lajas, ramas, huesos) en la que debe haber ciertas normas cooperativas para que ese hacha pueda ser reutilizado por distintos miembros del grupo. Por otra parte, se usa materia en contextos científicos, como materia másica (massa o μάζα en su sentido original significa «pan de cebada») campal o cuántica en Física; en contextos ontológicos (materia primera, materia cósmica).

La Idea Filosófica de Materia deberá recoger los sentidos antedichos (tecnológicos, científicos, ontológicos) para atravesarlos a todos. En todos ellos registramos tres momentos inseparables e irreductibles. Por seguir con el ejemplo del hacha de sílex, tan materiales son los cuerpos transformados: lajas, ramas, huesos largos (luego llamaremos M1), como las operaciones manuales de desbastado y ligado, de transformación de esos cuerpos (M2) (no hay porqué suponer una sustancia espiritual en estos procesos), como el resultado de la transformación (proporciones entre piezas obtenidas o disposición de las partes, M3) que supone el hacha racionalizado, normativizado{3}. Sería injustificado reducir la materia a uno de los tres momentos, por ejemplo al de los cuerpos (es lo más habitual, pero esto sería materialismo grosero; donde la Materia es la Energía, los Cuerpos o alguna otra referencia fisicalista), porque en el proceso de transformación del hacha participan irreductiblemente los tres momentos. De hecho, y esto es esencial para nuestros propósitos, en todo proceso técnico, tecnológico o científico y en realidad en todo proceso de la vida humana, participan estos tres mismos momentos; de ahí que digamos que la Materia determinada (o Materia Ontológico Especial, en adelante MOE) está formada por tres géneros de materialidad (M1, M2, M3). Establecer cortes en estos momentos es arbitrario.

El mundo del que habla la cita que encabeza este apartado no es el Todo (Materia ontológico general, en adelante MOG), algo así como la totalidad del Ser; es sólo (y todo) a lo que tenemos acceso los hombres, en función de los saberes y morfologías de cada época: es la Materia a escala antrópica (MOE). Hablamos por ello también, de manera intercambiable, de Materia determinada. Dentro de esta Materia distinguimos tres géneros de materialidad: M1, que es el conjunto de las realidades espacio temporales (las cosas físicas, ya sean corpóreas o no, las ondas electromagnéticas o la gravedad forman parte también de M1); un segundo género de materialidad (M2) formado por las cosas temporales pero no propiamente espaciales, que es el conjunto de las vivencias psicológicas de los sujetos operatorios (que tienen cuerpo (M1), es decir, no son sujetos trascendentales, y que están dotados de conducta) y un tercer género de materialidad (M3), que no son realidades espaciales ni temporales: está formado por relaciones matemáticas, lenguajes, instituciones antropológicas, normas morales, &c.{4}

El apunte más importante que me interesa destacar es que estos géneros de materialidad se presentan siempre de manera inseparable, aunque disociable (y por eso podemos distinguir y hablar de tres géneros), y de manera irreductible (el hecho, por ejemplo, de que unas realidades sean espacio temporales (M1) y otras solo temporales (M2) o no espaciales ni temporales (M3) parece razón obvia para calificar a estas realidades de inconmensurables dos a dos).

Cualquier cosa de nuestro Mundo (MOE) tiene esta triple cara inseparable: este ordenador es corpóreo (M1), pero ha sido transformado técnicamente por sujetos operatorios (M2) en la que han intervenido operaciones matemáticas o lingüísticas (M3). Los astros tienen una realidad física (M1), pero si están en nuestro mundo es porque han sido conocidos (por ejemplo con operaciones (M2) fotográficas) y los hemos categorizado (M3). Es importante insistir en esta inseparabilidad porque la primera operación dualista (o monista) consiste en separar estos géneros para luego reducir alguno(s) sustantivándolo(s); y en esta operación consistirá la trampa escéptica, que hace imposible recuperar la fundamentación del mundo externo y la Idea de Verdad.

Todo lo que escapa a la escala antrópica y que es desconocido para nosotros (no necesariamente lo incognoscible, aunque también, sino por ejemplo las ondas electromagnéticas antes de conocerse y categorizarse, es decir antes de formar parte constituyente del mundo de los hombres) es lo que llamamos Materia ontológico general (MOG){5}.

Los dos planos señalados (Materia ontológico general/especial, MOG/MOE) se han distinguido continuamente en la Historia de la Filosofía (aunque no sea fácil encontrarla en todas las corrientes filosóficas, como por ejemplo el llamado «realismo ingenuo», donde el mundus adspectabilis es el Mundo absoluto, la Omnitudo rerum): en Parménides, Ser/Apariencia; en la tradición teológica medieval, Dios Infinito/Creación; en Espinosa, Sustancia de infinitos atributos/atributos Extensión-Pensamiento (que por cierto Vidal Peña reinterpreta como precedente de la ontología que aquí se está esbozando, del Materialismo Filosófico, donde la ontología es trimembre y no bimembre{6}); Noúmeno/Fenómeno en Kant; Voluntad/Representación en Schopenhauer, Ser/Ente en Heidegger, &c.

En realidad, la MOE no es otra cosa que la parte de la MOG que está filtrada a la escala de los sujetos operatorios organolépticos (animales y hombres). No hay un Mundo nouménico que esconda ninguna realidad tras el fenómeno que percibimos (un trasmundo), sino que nuestro mundo está organizado a nuestra escala, aunque no depende exclusivamente de nosotros, pues de hecho los animales y hombres tratamos la Materia (MOG), dada, a nuestra escala, y sobre ella construimos las morfologías operatorias sobre las que habitamos (los animales con un mundo entorno; los hombres con un mundo). No hablamos, por tanto, de unas formas a priori de la sensibilidad (Espacio-Tiempo) ni del Entendimiento (las doce categorías) filtro a partir de los cuales parecería que organizamos nuestro mundo, sino que más bien cada especie raciomorfa (animales y hombres) percibe el mundo real (que está ahí) pero a escala de sus cuerpos, de alguna manera organizado en función de su radio de acción (un perro y yo vemos distintos colores en los mismos cuerpos, en función de cómo están organizados nuestros sistemas nerviosos y nuestros órganos sensoriales).

Una última nota antes de finalizar. Esta ontología trimembre tiene sus antecedentes en la Historia de la Filosofía. Desde la interpretación que Vidal Peña hace de Espinosa nos acercamos a una ontología cuyos géneros de materialidad son inseparables e irreductibles, pero le falta toda la dimensión constructivo-operatoria (sobre todo en las ciencias positivas que Espinosa no pudo conocer) que tiene nuestro enfoque. Además, Georg Simmel habla de «tres reinos», y también Roger Penrose o Karl Popper hablan de «tres mundos»{7}. Ahora bien, los mismos nombres asignados, «mundos» o «reinos» no se ajustan a nuestras coordenadas materialistas porque se sustantivan los tres momentos, y los tres establecen, tras la sustantivación, conexiones entre estos «mundos» o «reinos». Penrose, por ejemplo, es platónico y habla de nuestro mundo (MOE) como sombras del verdadero (MOG), de carácter matemático (uno de los problemas de esta sustantivación viene a resultar en una anegación e identificación de MOG con M3){8}.

Pero aquí hemos insistido en que en todo lo ente (en MOE) se dan conjugados de manera inseparable los tres géneros de materialidad.

Teoría del conocimiento

«Así pues, y en resolución, el conocimiento, el apetito, la voluntad, la memoria y la imaginación no son sino propiedades funcionales inherentes a la conducta en su propio ejercicio y por tanto inexcusables funciones orgánicas de un cuerpo vivo que debe conocer lo remoto en cuanto que ha de desplazarse en su dirección al objeto de encontrar los alimentos que se encuentran remotos a su cuerpo –y no otra cosa.»{9}

El enfoque adoptado es el de entender el origen del conocimiento como función biológica, cuyas bases están puestas en el De Anima de Aristóteles (también el conocimiento como función biológica está en Nietzsche, pero, además de que la ontología nietzscheana no se asiente sobre los quicios trimembres aquí presentados, la perspectiva de este trabajo sigue la línea de Aristóteles). Últimamente Juan B. Fuentes Ortega desarrolla esta perspectiva en trabajos como los que abren esta cita, donde estudia el origen trófico del conocimiento, siguiendo en parte trabajos de Ramón Turró. La tesis central es que los organismos autótrofos realizan la fotosíntesis entre sustancias inorgánicas y no necesitan la función del movimiento local, ni tampoco de sistemas digestivos para sus funciones tróficas{10}. Ahora bien, los organismos heterótrofos necesitan ingerir sustancias ellas mismas orgánicas (vegetales, animales o ambas) para cumplir sus funciones tróficas, que no están en contacto con sus cuerpos, sino a distancia, y para ello necesitan de aparato digestivo (ingestión y digestión) y de órganos motores de desplazamiento local para apoderarse de ellas{11}. En esto consistirá precisamente el conocimiento como función biológica: por una parte en la distancia del organismo que se desplaza en busca de nutrientes; y por otro la propia complejidad geográfica del medio, a la que el animal tiene que adaptarse; en la misma búsqueda del alimento, el animal (es decir, el organismo heterótrofo), moviendo su cuerpo (M1) tiene que adaptar su conducta (M2) perceptivo operatoria para alcanzar y apoderarse del mismo (M3){12}. Construyen así, además, operatoriamente, su mundo-entorno, por eso hablamos, con la etología (inexcusable al menos desde los años 1970s), de culturas animales (M3) dadas a una escala de complejidad distinta de la complejidad del M3 de los hombres (culturas, lenguajes, normas, instituciones antropológicas en general, y que constituyen las morfologías de nuestro mundo; en sentido estricto, esta es la MOE). Cada cultura humana tiene en su cultura (entendido como el conjunto de instituciones antropológicas) su hábitat, su mundo. Ahora bien, la complejidad del mundo de los hombres desborda la escala del mundo entorno de los animales. Los hombres construimos ciencias (lo veremos, con identidades sintéticas, teoremas, que los animales no construyen) y tenemos normas éticas que han trascendido épocas y lugares (deber de mantener la integridad física y psicológica de todos los hombres). Estos dos tipos de universalidad hacen que nuestro mundo no sea una completa fantasmagoría. Que la verdad ya no se vincule a Dios (u otras esencias a priori) no quiere decir que no haya verdades, a escala de las ciencias categoriales.

Me interesa destacar (al menos queda ya apuntado y dadas las referencias) el conocimiento como función biológica porque la típica operación escéptica será deudora del re-presentacionismo{13}. Como prototipo se toma la epistemología cartesiana, que sustantiva la res extensa previa sustantivación de la res cogitans; de este modo la epistemología cartesiana será un continuo intento de sentar la tesis galileana «el mundo está escrito en caracteres matemáticos». Se supone así un mundo extramental cuya estructura es matemática (realidades formales en lenguaje cartesiano) y una correspondencia con las ideas de mi mente (realidades objetivas). Pero esta operación re-presentacional (las cosas se presentan en su estructura matemática y mi mente se adecua a ellas en la re-presentación tal y como son estructural, matemática, esencialmente) siempre tendrá un grado de inseguridad no eliminable{14}, porque no hay manera de asegurar esta correspondencia, no hay posibilidad de fundamentarla.

La experiencia está entretejida operatoriamiente con el mundo (Lebenswelt en la fenomenología). La experiencia (M2) de un sujeto operatorio (M1, que actúa con todo su cuerpo, no solo con su cerebro, por ejemplo) está referida indisolublemente al mundo (institucionalizado, M3). Podemos interpretar así la famosa sentencia de Ortega y Gasset: «Yo (mis experiencias, M2) soy yo (mi cuerpo, M1) y mis circunstancias (M3, cosas atravesadas de instituciones antropológicas)». En general corrientes próximas a la fenomenología convergen aquí con nuestras coordenadas (a través por ejemplo del estar-en-el-mundo heideggeriano o la sentencia comentada de Ortega). Ahora bien, esas corrientes no se apoyan en una ontología sólida trimembre como la presentada.

Para terminar esta parte tomaré un par de notas del magnífico y reciente libro de Marino Pérez Álvarez, El mito del cerebro creador. Cuerpo, conducta y cultura{15}, y cuyas coordenadas son afines a las presentadas en este trabajo. Ambas abundan en la co-evolución de las conductas (M2) con las culturas (M3) a través del aprendizaje que realiza el cuerpo humano (M1) en su conjunto.

En primer lugar, la selección que las culturas hacen de las conductas se puede comprobar con la tolerancia a la lactosa{16} e ingerencia de leche: se da en la zona de los Balcanes por primera hace unos 7.500 años; y está vinculada a prácticas normativas de pastoreo y cuidado de rebaños, de los que se extraen la leche. Se selecciona adaptativamente a los que la beben, y esta tolerancia les hace modificar el código genético, y con ello el cerebro.

La otra referencia que destaco es una corriente que trabaja en el campo de la neurociencia y que ejercita (pero sin tallar filosóficamente) una ontología como la aquí esbozada: se trata del coconstructivismo{17}. Hablan de la plasticidad cerebral a través de la experiencia y el aprendizaje y de la conjugación de cuerpo-conducta-cultura.

Podemos preguntar al escéptico: ¿Cómo nuestro mundo va a ser imaginario si los distintos animales perciben el mundo a distintas escalas, según la estructura morfológica de su sistema nervioso y de sus órganos sensoriales? Los filtros químicos de la hormiga o los receptores térmicos de la serpiente hacen que estos animales perciban el mundo a escalas que nosotros los humanos no somos capaces de percibir. Los colores, tal y como yo los veo, son construidos por mí, pero hay una continuidad causal (llena de contigüidades espaciales, y de ondas electromagnéticas, aire, &c. que no veo) con los cuerpos que coloreo. Hay una Materia (MOG) que colorear (y coloreada es MOE). Sólo separando la estructura radicalmente trimembre de la ontología y de esta teoría del conocimiento tiene sentido la formulación de la duda escéptica.

Teorías de la Verdad. Gnoseología

«El cuerpo de una ciencia se nos ofrece como un complejo polimorfo, como un superorganismo compuesto de partes y procesos muy heterogéneos que van engranando los unos a los otros «por encima de la voluntad» de sus agentes, los sujetos operatorios. El cuerpo de una ciencia podría compararse también a un entretejimiento de mallas diversas, con hilos sueltos y con nudos flojos. Pero todo se disgregaría si, de vez en cuando, los hilos de la trama no se anudasen con los de la urdimbre por el vínculo cerrado por la identidad sintética en la que consiste una verdad científica. Ella confiere a la ciencia su auténtica forma. Una ciencia que no pudiese ofrecer verdades propias –es decir, identidades sintéticas sistemáticas– dejaría de ser una ciencia. También es cierto que la identidad sintética no siempre alcanza el mismo grado de plenitud: hablamos de «franjas de verdad», de grados de firmeza de los vínculos anudados por una identidad sintética.» {18}

La Verdad es una Idea y, como hemos hecho en el apartado de la Ontología, debemos presentar los contextos técnicos, científicos y en general los saberes de primer grado donde haya funcionado. Pasaremos después a clasificar distintas teorías de la Verdad, que son reductivistas con respecto a la constructivista que aquí se defiende. Sobre todo las de Wittgenstein y las propias del escepticismo.

Se habla en distintos contextos mundanos de la verdad. Como opuesto de error; verdad como opuesto de mentira; incluso de verdad como sustancia («Yo soy la Verdad, el Camino y la Vida», del Evangelio de san Juan; o el valor «1» en Lógica). Aquí el sentido que nos interesa es el de la Verdad como Identidad sintética, propio de la Teoría del Cierre Categorial (en adelante, TCC), o más en general como un ajuste entre diversos cursos operatorios (en los que la identidad (sintética siempre) se da solo a veces){19}.

Acaso el sentido propio de la Idea de Verdad que pudiera funcionar como primer analogado de dicha Idea sea precisamente la de cierre tecnológico de operaciones ligado a ciertas normas suprasubjetivas. La Verdad del hacha de sílex la pondríamos en su funcionalidad con respecto a los contextos prácticos en los que fue construida, y que solo se pueden pensar dentro de un grupo organizado con ciertas normas cooperativas (entre ellas el lenguaje, instrucciones sobre cómo usar el hacha, &c.); construcción esta que supone la convergencia de múltiples operaciones corpóreas (M2) atravesadas por continuas relaciones M1 y M3. El sentido fuerte de Verdad lo sitúa la TCC en las ciencias estrictas, donde hay identidades sintéticas. Es importante señalar que todas las ciencias provienen de técnicas previas; llevan a otro nivel los cierres tecnológicos propios de las operaciones de estas técnicas. La Geometría proviene entre otras de técnicas de agrimensura, ante las crecidas del Nilo. La Química de la alquimia y otras tecnologías; la Mecánica del tratamiento con máquinas, poleas, &c.

La Idea de Verdad que seguimos es la de Julián Velarde{20} y la de la TCC, que se mueven dentro de las coordenadas ontológicas ya presentadas. En la obra que seguimos de Velarde, se dice que «la verdad consiste en ajuste (en casos, en identidad) entre resultados de procesos operatorios sobre elementos del mismo plano (categorial o de las ideas)»{21}. Es pertinente observar que esta primera definición aproximada ya supone una multiplicidad de cursos operatorios (operaciones que implican músculos estriados: manos, laringe…); así, no será una teoría monista de la Verdad, por ejemplo, como la epifanía o desvelamiento del Ser. Tampoco consiste en ninguna correspondencia o adecuación, como veremos.

Velarde sigue la metodología de la TCC. Para ello presenta tres elementos desde los que se construye el espacio gnoseológico, que es lugar donde se configuran los cuerpos de las ciencias. Las ciencias no tienen objeto, sino campos{22}. Estos tres elementos son Sujetos operatorios (simbolizado por S), Objetos (O) y lenguajes (σ). Velarde presenta una teoría constructivista de la Verdad tras un repaso por las principales ideas de Verdad en los distintos sistemas filosóficos; propone su teoría tras constatar la insuficiencia de las teorías no constructivistas de la Verdad, que al final serán las que no conjugan S, O y σ por algún tipo de separación, sustantivación y luego reducción de alguno de los componentes internos de estos tres elementos.

Hablamos de Gnoseología como Filosofía de la Ciencia, y no como ciencia de la Ciencia, o cualquier otro tipo de saber sobre la Ciencia. La presento en torno al espacio gnoseológico, que consta de tres ejes, cada uno con tres figuras y que constituyen el cuerpo de una ciencia.

Eje sintáctico{23}, (coordinable con σ, y que como en el resto de figuras gnoseológicas, darán distintos tipos de Mi, al coordinar σ respectivamente con σ, S y O). En este eje reside el peso de la lógica de cada ciencia. En efecto, la lógica en las ciencias no es formal (vinculada a veces con la forma del pensamiento o con la forma de los silogismos) sino que reside en las operaciones corpóreas, por sinécdoque, las operaciones quirúrgicas, manuales; las figuras son: los términos (enclasados, como los elementos de la tabla periódica en Química; o líneas, puntos, circunferencias en Geometría; un ejemplo de que estos términos dependen también de operaciones previas al enclasamiento de los términos es el hecho de que un punto no puede ser definido sino metafísicamente como «lo que no tiene partes»; es más bien el resultado de cortar (operación) dos rectas); los términos son a su vez coordinables con M1 (vincular σ con σ). La segunda figura es la de las operaciones con esos términos, coordinables con M2 (operar σ con S) y que involucran necesariamente relaciones, de tipo M3 (operar σ con O){24}. La lógica de cada ciencia se vincula a las operaciones que le son propias en tanto están vinculadas con estas tres figuras. Por eso no existe el «método científico», sino que cada ciencia tienes sus métodos. Estos métodos van cerrando categorías, pero no en el sentido de clausurar, sino en el de abrir un campo{25}; es decir, al componer dos términos operatoriamente obtenemos un término del campo y no otra cosa. Al sumar, en Aritmética 7 con 5 tenemos tres términos (7, 5, 12) una operación (+) y una relación (=); al componer 7 con 5 tenemos un término del campo de los números enteros. Lo mismo pasa al operar términos de la Química (tabla periódica) y en cualquier ciencia. La convergencia de cursos operatorios es lo que llamamos verdad de las ciencias. Cuando en el teorema de Pitágoras (Elementos de Euclides, I, 47) el geómetra traza dos cursos operatorios, uno que enlaza los cuadrados dibujados sobre los catetos y otro curso que opera sobre la hipotenusa, resulta, al hacer diversas operaciones, que esos cursos convergen, y dan como resultado el teorema (cuadrado de la hipotenusa es la suma de los cuadrados de los catetos). No es una proposición a priori (supone pizarras, o arena, manos &c.) aunque sí que es sintética. Esta convergencia es la verdad como identidad sintética{26}.

Solo enuncio los otros dos ejes, remito al lector a la imprescindible obra ya citada ¿Qué es la Ciencia? En III, 6 se habla del eje semántico, coordinable con O (que compondremos otra vez con S, O y σ), y cuyas figuras son los referenciales fisicalistas (coordinables con M1, O con σ): son los cristales en Geología, las células en Biología o las pizarras y rectas de la Geometría; los fenómenos (coordinables con M2 (O con S), pero no entendidos al modo kantiano, sino que estamos más cerca del platónico «salvar los fenómenos»; por ejemplo, las distintas perspectivas que los astrónomos tienen de la Luna, y que tienen importancia científica y por tanto gnoseológica), y por último las esencias o estructuras (M3, al coordinar O con O), que son los nudos, teoremas de las ciencias, que cubren todo el espectro de fenómenos. No son esencias a priori, pero tampoco puras fantasmagorías transitorias o temporales, sino que, aunque están construidas a la escala del cuerpo humano, tienen validez universal (trascendental, en el sentido de que sobrepasa todas las épocas y lugares, y pueden ser reconstruidas por cualquier sujeto operatorio).

En el eje pragmático (III, 8) coordinable con S, tenemos normas (M3, coordinar S con O) impuestas por los propios procesos de construcción objetiva. Los dialogismos (M2, congresos, conferencias, S con S) y autologismos (ideas felices de los científicos, recuerdos, coordinables con el propio cuerpo (M1) del sujeto, S con σ)

No es pertinente en el espacio gnoseológico la distinción dualista objeto//sujeto. Dice Bueno, op.cit. III, 4: «Los contenidos del cuerpo de una ciencia quedarán clasificados, según estos criterios, en tres rúbricas: contenidos ordenados en la dirección subjetual [aquí simbolizados por S] (los múltiples sujetos operatorios, los científicos, las comunidades científicas), contenidos ordenados en la dirección objetual [aquí simbolizados por O] (también múltiples, puesto que la ciencia no tiene un objeto, sino un campo) y contenidos signitivos o simbólicos (σ). Sobre todo: el cuerpo de una ciencia, en lugar de mostrársenos «descompuesto» en dos mitades (la parte subjetual y la parte objetual) se nos dará como si estuviese inmerso en el espacio tridimensional que llamamos espacio gnoseológico y que (cuando nos situamos in medias res, en la ciencia misma) ya no podrá construirse sobre una supuesta distinción previa entre el sujeto y el objeto.»

El escenario propio de las ciencias es el laboratorio (incluso la Geometría, reinterpretada de cierta manera por la TCC), que es la confluencia dialéctica a la altura de los tiempos del taller (ciencia como saber hacer) y la Escuela (scientia est conclusionis, verdad como la corriente de un río a partir de premisas (nacimiento del mismo)).

La Verdad, entonces, en las ciencias es una identidad sintética de ciertos cursos operatorios convergentes. La proposición es solo un momento abstracto del teorema. Se han neutralizado las operaciones y los sujetos que las han realizado. Queda como forma (nudo) entre diversos materiales. A su vez, esta forma del teorema puede ser usada como materia de otros teoremas. No hay oposición materia/forma, sino que es una perspectiva de distintos procesos (circularismo). Toda materia tiene ya formas, de operaciones previas, y toda forma es materia de otras formas.

Pasamos ahora a ver muy brevemente distintas teorías de la Verdad. Nos servimos del citado libro de J. Velarde, capítulo IV. Remitimos a él para ampliar el esquema que ofrecemos.

Hay un grupo de teorías monistas de la Verdad que hacen recaer el peso de la misma en el Ser (Parménides); o en Dios en la tradición monoteísta, donde la verdad que Dios quería revelar nos la iba mostrando. En autores como Santo Tomás la verdad será una adecuación (adequatio intelectus et rei), pero la Verdad, como primer analogado, está en Dios (Ens, Verum, Bonum, Pulchrum, Unum). En esta línea monista cabe citar, además, a Plotino o incluso a Heidegger, donde el Ser es, como el ens summum tomista, algo cuya esencia implica la existencia. Ser y verdad han de entenderse en estrecha proximidad.

Hay teorías que sustantivan un género de materialidad. Una teoría que sustantiva M3 es la platónica, donde se hace residir la verdad en el plano de las esencias. También Frege se expresa en estos términos. Hay teorías subjetivistas-psicologistas (sustantivan M2, o S, en los términos que ahora nos expresamos), como las de W. Wundt, Stuart Mill o Hume. En el psicologismo es muy frecuente el escepticismo (como negación de demostrar la existencia del mundo externo). Hay teorías subjetivistas trascendentales, como la kantiana, donde la verdad en las ciencias (verdad teórica, la accesible a los hombres) depende de cómo es nuestra mente: de las condiciones a priori de la sensibilidad y de las categorías del entendimiento. Las verdades de las ciencias requieren operaciones, son sintéticas, pero a priori; bastaría nuestra mente, sobran los músculos estriados, las manos por ejemplo.

Las teorías prescriptivas del lenguaje tienen asiento en las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein, donde la filosofía es encargada de labores descriptivas del uso del lenguaje. Todas las nociones filosóficas, también la deverdad, se solucionan arrojando claridad sobre lo cotidiano y repetido. De hecho, no hay ni siquiera problemas; más bien lo que hay son malentendidos. Y para deshacerlos basta con hacer ver el uso o los usos del término o de la expresión motivo del malentendido{27}. Este método ha tenido buena acogida en Oxford (Austin, Ryle, Strawson, &c.).

Otro gran grupo de teorías son las teorías relacionales de la Verdad, que sustantivan dos términos. La verdad como adequatio supone la sustantivación de S y de O: se trata de una mente que espejea la realidad, tal y como ésta es; es la verdad del realismo clásico ingenuo. Pero también la del Descartes de las Meditaciones, donde la realidad formal, sustantivada, se adecua a la realidad objetiva producida por mi mente. Tal vez esta concepción puede registrarse en el TIE de Espinosa, muy influido aún por Descartes. En la sustantivación de dos términos está la trampa escéptica. Acudimos a Marzoa{28}, para ver de qué modo él está en lo sustancial en la línea de este trabajo: «cómo (…) y por qué algo es verdad. Lo cual supone a su vez una noción del conocimiento que pone por una parte [decimos nosotros que sustantiva] las cosas [en nuestra terminología O] y por otra el conocimiento [S], de modo que se plantea la cuestión de cómo sabemos que el conocimiento concierta con la cosa (…). Plantear este problema es ya darle una solución escéptica, porque, si el conocimiento es una adecuación entre dos términos, uno de los cuales es precisamente el conocimiento, entonces éste siempre seguirá siendo uno de los dos términos, y nunca podrá comprobar su adecuación con el otro; en otras palabras: ningún criterio de verdad será demostrable, porque, para demostrarlo, tendríamos que poder comparar el término representación con el término cosa», y esto es lo que queríamos señalar.

La verdad como correspondencia sustantiva O y σ. Hunde sus raíces en el De Interpretatione de Aristóteles, pero nos también está en el Wittgenstein del Tractatus, donde la verdad (proposición verdadera) es un cuadro o proyección del hecho, que tiene la misma forma o estructura que éste.

Hay otras teorías que entienden la verdad como función expresiva del lenguaje, y es propia de la Filosofía analítica. Su base son las también las Investigaciones Filosóficas de Wittgenstein, donde el lenguaje ya no figura o refleja el mundo, como en el Tractatus, sino que está constituido por los juegos lingüísticos, que vienen a expresar la forma de vida de los sujetos que la hablan{29}; la filosofía queda reducida a análisis lingüístico, y lo lingüístico, a sus funciones pragmáticas (se resuelve la verdad en S y σ). Desde estas coordenadas resulta insuficiente criticar el escepticismo entendido como imposibilidad de fundamentar la verdad, por el reductivismo de raíz wittgensteiniano señalado. Todo lo que esté fuera del juego del lenguaje sencillamente no se entiende, pero no se puede negar o afirmar su posibilidad. Dudar de que un amigo mío tenga serrín en la cabeza no es un error (como el que se equivoca en una complicada suma), sino algo propio de la locura (Sobre la certeza, 281). Tampoco mi juego del lenguaje me permite dudar de que tengo dos manos (Sobre la certeza, 125). Loco es el que está más allá del juego del lenguaje al que se supone que juega; muy distinto es decir que yerra, porque supone que está jugando, aunque se equivoque al sumar, como decíamos en el ejemplo.

Final

En Wittgenstein todo lo ente (en nuestras coordenadas, MOE) es un ente lingüístico. Pero aquí se ha tratado de argumentar que lo lingüístico es un momento de la MOE, un tipo de M3. Aunque aún pudiera decirse con sentido que al estar los tres géneros entrelazados y ser coordinables, por tanto, con M3, el peligro de caracterizar de manera tan grosera la ontología corre el riesgo de hipostatización por reducción de los demás géneros de materialidad (M1 y M2 en un tipo de M3) y de no alcanzar a criticar la raíz de la duda escéptica, donde lasustantivación es clara y la recuperación ontológica se ve como un abismo del que no hay manera de salir (hemos acudido a Robles y Marzoa en este punto).

Es más, el aprendizaje es pre-lógico y, por tanto, pre-lingüístico. De hecho, los animales aprenden (indudable desde Pavlov o Skinner) y no parecen animales lingüísticos, con representaciones simbólicas a la escala en la que los humanos nos movemos. Los registros lingüísticos son muy posteriores y son solo una parte del aprendizaje en los hombres, una parte (más o menos importante) del mismo. La verdad tampoco se resuelve en lo lingüístico, porque requiere entre otras cosas de operaciones (que implican relaciones y términos).

El espacio y el tiempo son ante todo instancias pre-lógicas; antes de ser instancias lingüísticas se han construido operatoriamente (espacio y tiempo psicológicos), que luego, en algunas culturas, a través ya del lenguaje se ha entendido al modo newtoniano o al de la física cuántica. Pero ante todo (lógica y cronológicamente) el espacio y tiempo son psicológicos. No son formas a priori de la sensibilidad a través de las cuales un sujeto trascendental conozca (además de otras formas a priori, las categorías del entendimiento). En realidad, el espacio y tiempo kantianos son el espacio y tiempo newtonianos incorporados a la Filosofía de la mano de la Epistemología (donde la distinción Sujeto/Objeto es la orientadora).

Ahora bien, el espacio geométrico y el tiempo son construcciones culturales, sin caer por ello en ningún sociologismo ni relativismo, ya que son relaciones M3 y están atravesadas de múltiples identidades sintéticas (teoremas, que son independientes de los sujetos operatorios que las han construido, al poder segregarse estos).

Como decimos, el espacio es primariamente una construcción fenoménico-operatoria, y tiene antes un carácter psicológico que geométrico. De hecho, el espacio geométrico será construido por la Civilización Occidental, en unas situaciones práctico-políticas muy concretas.

El espacio es constitutivamente una relación (M3) entre lugares y prácticas operatorias. Hablamos por ello de «lugares». En el Paleolítico, donde no había «espacio geométrico», existía más bien el «lugar del oso» donde se cazaba. Los hombres están en el mundo, y lo construyen (en sus morfologías; igual que los animales construyen a su escala morfologías en sus mundos entorno) con sus prácticas.

El canal sensorial más propio del espacio antes que la visión es el tacto. La visión de hecho depende del tacto, de la manipulación con las cosas y entre las mismas, de modo que el tacto viene a ser una prolongación de la visión. Chocar y retirarse es lo que va construyendo las distancias, y a través de ellas, se hace posible el aprendizaje de la visión, que en realidad siempre es un mirar. El acto de ver no es una acción pasiva, sino activa, conductual (M2). Ver es mirar cosas (M1) atravesadas de normas en un mundo institucionalizado, cultural (M3). Para ver necesitamos estar despiertos, tener una cierta disposición corporal para que nuestros globos oculares actúen.

Ese espacio geométrico aparece asentado con la geometría cartesiana. No se trata de un espacio absoluto (como pretende ser el newtoniano), sino que es un conjunto de relaciones terciogenéricas (M3) que se han abstraído de los cuerpos. En efecto, los cuerpos con los que operan los hombres están en distintas posiciones relativas, y a través de un desarrollo muy avanzado de la civilización (que por ejemplo cuente con la escritura y aun con la imprenta) pueden comenzar a segregarse relaciones abstractas y disponerlas en torno a ejes coordenados. Siguen los puntos coordenados manteniendo relaciones de posiciones relativas, distancias, &c. Es importante observar que aunque se hayan abstraído las relaciones M3 de los cuerpos en el espacio geométrico, para que pueda haber ciencia geométrica debe haber términos (M1, líneas, circunferencias, puntos que pintamos en pizarras o en folios), operaciones (M2, intersección de rectas, generación de circunferencias con el compás, &c.) y relaciones (M3, como la intersección de dos rectas, que al cortarse arrojan el que tienen en común). La lógica interna de la Geometría se vincula a este eje sintáctico, como ya hemos comentado en la Gnoseología.

Epílogo

Se ha tratado de ofrecer una ontología trimembre, que sustenta una teoría del conocimiento y una gnoseología a la vez trimembres para intentar completar de modo sistemático la crítica escéptica. A su vez, los elementos de la estructura trimembre en cada ámbito son inseparables e irreducibles dos a dos: M1-M2-M3 en la ontología; cuerpo-conducta-cultura en la teoría del conocimiento y ejes sintáctico-semántico-pragmático en la gnoseología. Se ha puesto, además, el mayor cuidado en insistir en esta radical inseparabilidad ontológica, epistémica y gnoseológica, para no caer en la trampa escéptica.

{1} El «Mundo» [Materia ontológico especial] que envuelve a los hombres (y a los animales) no tiene una morfología que pueda considerarse como inmutable e independiente de quienes forman parte de él, interviniendo en el proceso de su variación. El Mundo es el resultado de la «organización» que algunas de sus partes (por ejemplo, los hombres) establecen sobre todo aquello que incide sobre ellas, y está en función, por lo tanto, del radio de acción que tales partes alcanzan en cada momento. El Mundo no es algo previo, por tanto, al «estado del Mundo» que se refleja en el mapamundi (que es una forma latina de expresar lo que los alemanes designan como Weltanschauung de cada época) (…) El mundo no es, en resumen, la «totalidad de las cosas» –omnitudo rerum–; sólo es la totalidad de las cosas que nos son accesibles en función del radio de acción de nuestro poder de con-formación de las mismas. Para los sapos del cuento que vivían en el fondo de un pozo el mundo era ese pozo; cuando regresó al pozo un sapo, que el día anterior había sido recogido sin querer en el cubo por el sacristán que sacaba el agua para regar el huerto, pudo decir a sus compañeros: «el mundo es mucho más grande de lo que pensáis: se extiende hasta las tapias del huerto del señor cura.» Gustavo Bueno, ¿Qué es la Ciencia? Texto disponible en línea: filosofia.org/aut/gbm/1995qc.htm

{2} ver, por ejemplo nodulo.org/ec/2012/n127p02.htm o fgbueno.es/med/tes/t009.htm

{3} Como dice Gustavo Bueno en Materia, III, 4: filosofia.org/mat/mm1990a1.htm «En las transformaciones de un sílex en hacha musteriense, los términos son las lajas, ramas o huesos largos; operaciones son el desbastado y el ligado y relaciones las proporciones entre las piezas obtenidas o su disposición [estas son las tres figuras del eje sintáctico, que junto con el eje semántico y pragmático forman los tres ejes des espacio gnoseológico, base de la Teoría del Cierre categorial]. En las transformaciones proyectivas de una recta, son términos son los segmentos determinados por puntos A, B, C y D, dados en esa recta; operaciones son los trazos de recta que partiendo de un punto 0 de proyección pasan por A, B, C, D, determinando puntos A’, B’, C’, D’, en otra recta; son relaciones las razones dobles invariantes (CA/CB) / (DA/DB) = (C’A’/C’B’) / (D’A’/D’B’).»

{4} GB, Materia, IV, 2 «El término materia designará inicialmente a la materia determinada, es decir, a todo tipo de entidad que, dotada de algún tipo de unidad, consta necesariamente de multiplicidades de partes variables (cuantitativas o cualitativas) que, sin embargo, se codeterminan recíprocamente (causalmente, estructuralmente). La materia determinada comprende diversos géneros de materialidad: un primer género, que engloba a las materialidades dadas en el espacio y en el tiempo (a las materialidades físicas); un segundo género que comprende a las materialidades dadas antes en una dimensión temporal que espacial (son las materialidadesde orden subjetivo) y un tercer género de materialidades, en el que se incluyen los sistemas ideales de índole matemático, lógico, &c. y que propiamente no se recluyen en un lugar o tiempo propios.»

{5} Íb., «En una segunda fase, el término materia, al desarrollarse dialécticamente mediante la segregación sucesiva de toda determinación, puede llegar a alcanzar dos nuevas acepciones, que desbordan el horizonte de la materia determinada: la acepción de la materia cósmica (como negación de la idea filosófica de espíritu, en tanto el espíritu se redefine filosóficamente por medio del concepto de las formas separadas de toda materia) y la acepción de la materia indeterminada o materia prima en sentido absoluto, como materialidad que desborda todo contexto categorial y se constituye como materialidad transcendental.»

{6} vid. Ética, nota a la Proposición VII, parte II, de la propia traducción de Vidal Peña.

{7} Simmel al plantear el problema sujeto-objeto, en Problemas fundamentales de la Filosofía, original de 1910; Popper Por ejemplo en El cuerpo y la mente, 1994, y Penrose en Sombras de la mente. Hacia una comprensión científica de la conciencia, 1996

{8} Vid. El camino a la realidad: una guía completa de las leyes del universo. Barcelona, Debate, 2006, pág 1377.

{9} Juan Bautista Fuentes Ortega, La teoría del origen trófico del conocimiento de Ramón Turró, 2010, en Psicología latina, 1, 27-69

{10} Juan B. Fuentes, Intencionalidad, significado y representación en la encrucijada de las «ciencias» del conocimiento, 2003. En Estudios de Psicología, 24, p.40.

{11} Íb., págs. 40-41.

{12} Íb., pág. 40: «el vínculo observacional o cognoscitivo establecido con los alrededores geográficos: en la presencia de lo remoto (a los propios movimientos corpóreos del desplazamiento local) en cuanto que yace o permanece remoto. Una presencia ésta, sin duda que deberá poder ser proporcional a la capacidad morfológica y funcional del desplazamiento local motor del organismo, en el sentido de que éste deberá ser capaz de recorrer las distancias y de apoderarse de los objetos remotos que precisamente pueden estar «presentes» mientras sigan yaciendo a distancia durante el recorrido, y aun apoderamiento, se encuentre cognoscitivamente orientado.»

{13} F. J. Robles, en Para aprender la Psicología, primera parte, págs 3-70 Ed. Siglo XXI, 1994. Estas dificultades sobre la verdad las señala Heidegger por ejemplo en Ser y tiempo, parágrafo 44, donde por cierto solo contempla la verdad como concordancia, que corresponde tan solo a una modalidad en nuestra clasificación de teorías de la verdad.

{14} Para aprehender la Psicología, pág. 201

{15} Alianza, 2011. Presentó el libro estas conferencias: fgbueno.es/act/efo013.htm, también puede interesar: youtube.com/watch?v=pDAIF7hxiN0

{16} Ib., pág. 92

{17} Ib., pág. 73ss

{18} Gustavo Bueno, ¿Qué es la ciencia?, op.cit. III, 11.

{19} TCC, obra proyectada por su autor, Gustavo Bueno, en 15 vols. de los que han aparecido por el momento los cinco primeros. Editada por Pentalfa entre los años 1992 y 1993.

{20} Julián Velarde, Conocimiento y Verdad. Universidad de Oviedo, Servicio de publicaciones, 1993.

{21} pág. 200. Se comentarán pasajes del cap. IV de esta obra.

{22} ¿Qué es la Ciencia?, III, 6: «la Química clásica no tiene como objeto a la materia sino, por ejemplo, al hidrógeno, al carbono o al metano; ni tampoco diremos que la Biología tiene a la vida como objeto, sino que tiene un campo en el que figuran términos tales como células, mitocondrias, aves o mamíferos»

{23} Ib, III, 6.

{24} Ib.: «científicas son las que se establecen entre los términos del campo de un modo característico. Estas relaciones van siempre asociadas a proposiciones, al menos cuando interpretamos la relación como predicado y no como cópula, al modo de Kant. En efecto: en el juicio «5+7=12», Kant interpretó «12» como predicado de una proposición cuyo sujeto fuera «5+7». Ahora bien,desde una perspectiva gnoseológica, tanto «5» como «7» y como «12» son términos, por lo que la proposición se hará consistir en la interposición de una relación –en este caso, un predicado de igualdad– entre el resultado «12» de la operación adición aplicada a dos términos del campo de la aritmética, «7» y «5». Por lo demás, como «soportes» de las relaciones entre los términos de un campo no consideraremos únicamente a símbolos lingüísticos o algebraicos, sino también a objetos físicos de otro orden, como puedan serlo las balanzas o los termómetros.»

{25} Ib., III, 9.

{26} Ib., III, 11, ver ejemplo de identidad sintética.

{27} Velarde, op. cit., págs 243-244.

{28} Historia de la Filosofía, I, Akal, 2010, pág. 228

{29} Ib., pág 269.

Fuente: http://www.nodulo.org/ec/2013/n134p09.htm

20 de mayo de 2013

1 comentario Una crítica al Escepticismo desde coordenadas materialistas

  1. Casimiro Perono

    Dices: «En Wittgenstein todo lo ente (en nuestras coordenadas, MOE) es un ente lingüístico»; bien, míratelo mejor, esto es un insulto a la inteligencia, así, en general. ¿Quién iba a decir eso? No; precisamente Wittgenstein (el segundo) trata de eludir cualquier tipo de postulado ontológico, y se centra en mostrar como el hablar de esas, tiende a ir contra las reglas del lenguaje, a violar la gramática que rige su uso.
    Pero, por supuesto, tú seguramente ya sabes eso, y lo único que has tratado de hacer es una crítica fácil. Y eso es hacer trampas.

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