Ciencia es un concepto nuevo

Hasta Newton, científicos y filósofos no se distinguieron muy bien. Aristóteles hizo ontología, epistemología, lógica y también biología y física. La obra cumbre de Newton, los Principia Mathematica se refieren a “principios matemáticos de la filosofía natural”.
En sentido lato, la ciencia es el empeño humano de comprender la naturaleza por la naturaleza misma, esto es sin echar mano de dioses, espíritus ni explicación alguna que no pertenezca a la naturaleza. El intento comenzó en Jonia en el siglo VI a.C. y terminó, en su primera etapa, hacia el siglo V d.C. con la acusación de paganismo lanzada por los obispos cristianos contra todo lo que fuera el saber y el arte: cosas del diablo.

Cayó el telón mil años. Hasta que, en la Italia del siglo XV, comenzó el redescubrimiento de los escritos clásicos. A eso llamamos Renacimiento. Con el arte clásico, se recuperó la ciencia. Las bases fueron puestas por Roger Bacon, Galileo le dio el lenguaje de las matemáticas y la Reforma encabezada por Lutero abrió mayor, no completa, libertad a los “filósofos naturales”.

La ciencia es una invención de Occidente, como los Derechos Humanos, la libertad individual o la democracia. Su mayor grandeza es su continua revisión. Ptolomeo hizo ciencia, errónea, pero ciencia, cuando explicó los movimientos planetarios por lo que llamó ciclos y epiciclos: unas cósmicas esferas de cristal que daban vueltas. La primera explicación materialista en la historia humana conocida, y sólo conocemos la escrita, la dio Demócrito: el universo consta de átomos y de vacío. No hay más: ni dioses ni espíritus. Átomos y vacío generan leyes y fuerzas que nos dan el espectáculo del cosmos.

Para que haya ciencia debe haber —necesario pero no suficiente— escritura fonética, alfabeto, símbolos por sonido o sílaba. No hay otra manera de transmitir el conocimiento sin el efecto bien conocido por los psicólogos sociales de “teléfono descompuesto”: una frase dicha por una persona y transmitida a otras veinte llega absolutamente distorsionada. Y más difícil: diga con dibujitos en una estela o muro: “La energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado”. Ah…

A principios del siglo XX, la antropología entró en una crisis, un laberinto sin salida, llamado “relativismo cultural”. Muy en resumen nos dice que toda cultura es tan buena como otra y en todas hubo ciencia. De ahí se colige que tanto arte hay en una kimono de seda bordado con hilos de plata, como en una falda hawaiana de hojas; el Taj Mahal es tan bello como una choza de palma de una tribu en Samoa; y la medicina de los brujos de Buru no ocasiona los daños de los grandes hospitales que, como todos sabemos, sólo sirven para diseminar enfermedades.

Bien, esto, que es absolutamente idiota, se lo creen los relativistas culturales. Tienen un profeta llamado Paul Feyerabend, por cierto más serio que ellos, del que se puede decir, parodiando a Churchill, que pocas veces un solo individuo ha hecho tanto daño a tantos cerebros en apariencia normales.

Dice en Against Method (1975): “La ciencia está mucho más cercana al mito de lo que una filosofía científica está preparada a admitir. Es (la ciencia) una de las muchas formas de pensamiento que han sido desarrolladas por el hombre, y no necesariamente la mejor”. Perdón a los que me acusan de traducir. Va en inglés: Science is much closer to myth than a scientific philosophy is prepared to admit…

Cualquier cardenal de la Iglesia católica aplaudiría a rabiar porque, como ellos bien saben, no hay mejor método que la Revelación. Para sanar de Feyerabend abra Skeptical Inquirer: www.csicop.org/si/show/end_of_science

Según este filósofo, la ciencia es una religión, puesto que descansa en dogmas que no pueden justificarse racionalmente… ¿Ya es suficiente? Si algo no tiene dogmas es la ciencia: la gravitación según Newton era una fuerza, según Einstein es una curvatura del espacio, y la teoría de las cuerdas tiene propuestas más extrañas: la ciencia está siempre en revisión.

Le respondió así el premio Nobel de física Sheldon Glashow: “Creemos que el mundo es conocible, que hay reglas simples que gobiernan la conducta de la materia y la evolución del universo… y que cualquier extra-terrestre con inteligencia, en donde sea que esté, desarrollaría los mismos sistemas lógicos como los que tenemos para explicar la estructura de los protones y la naturaleza de las supernovas”.

Hay una duda que a muchos nos atrae: ¿Y si fuéramos respecto del universo como nuestro inteligente perro respecto de una grabación digital de las Variaciones Goldberg de Bach interpretadas por Gould? Pero eso no haría a la ciencia tan relativa como las religiones: a cada quien la suya. Sólo pondría un límite por siempre oculto. Un magnífico panorama de este debate lo da El fin de la ciencia, John Horgan, Paidós. Lectura inicial para poder seguir hablando.

Mi página web: www.luisgonzalezdealba.com
Fuente: http://www.alianzatex.com/Alianzatex/nota.jsp?nota=N0009997
MTI/ Milenio
MEXICO. 14 de febrero de 2010

1 comentario Ciencia es un concepto nuevo

  1. dehymer guerrero

    amigo esta informacion noes lo que esperaba tampoco la neseito nova a ningun lado pero tienes muy interesante definniciones o anaisis

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