El nuevo paradigma de Prigogine

La mecánica clásica, cuyo origen comúnmente es mal atribuido a Galileo, adoptó una forma de “ningún tiempo”, aun cuando se estudiara y usara el tiempo. No se reconocía direccionalmente. Si un planeta rotara en dirección opuesta, las leyes que describieran su movimiento serían las mismas. Un péndulo marca el mismo tiempo, ya sea se mueva de derecha a izquierda o de izquierda a derecha; la reversibilidad mecánica parece hacer impotente al tiempo. Esta indiferencia a los cambios reales hace parecer a la naturaleza determinada y predecible: una vez que se conoce la configuración presente de los planetas, uno puede reconstruir su configuración para 40,000 años antes de nuestra Era, o para 40,000 años después de nuestra Era, considerando que no haya destrucción o creación en ese intervalo.
Pero el Newtonianismo ha hecho esto una ley global, de tal manera que no solamente las posicionesde los planetas, sino de toda la naturaleza para ser determinable. Esto es la base de ese “determinismo” que concibe a la naturaleza completamente preordenada. Presume, consecuentemente, ya sea que somos completamente preordenados, o lo que hacemos en realidad no tiene influencia o significancia física.

De esto, Prigogine toma el “determinismo” científico como su principal enemigo, y no puede sustraerse de tratar de llegar a algo más: “Muchos historiadores subrayan el papel esencial que ha jugado el Dios cristiano en tales funciones determinísticas de las leyes de la naturaleza. La concepción de una naturaleza pasiva, sujeta a las leyes determinísticas, es una distinción característica del occidente”.

Obviamente, tal cultura occidental impotente, construida alrededor de un Dios no creativo, podría construir solamente sociedades estáticas, y el exponente típico de tal cultura, de acuerdo a la imaginación fructífera de Prigogine, no sería Newton, “sino Leibniz”. Si Leibniz ha adquirido admiración como lo conocemos, se debe al hecho que él ha combinado dos ideas: por un lado él ha llevado a sus lectores más cerca de la conciencia divina – el futuro ya está aquí-, por otro lado, él justifica la idea de una sociedad bien comportada, jerárquica y sumisa. La ciencia ha sido una empresa prometeica. Pero, con el determinismo, llegaría a ser una empresa pesimista, donde el hombre se encontraría como una pizca fuera del universo.

En realidad, ambas filosofías del Oriente y de Occidente se desarrollan en dificultad, no sólo en proponer alguna clase de unidad del hombre y la naturaleza, sino en explicar las diferencias dentro de la unidad; es decir, la especificad del hombre. En opinión de Dino de Paoli, el traslado del “determinismo” debe conducir a la paradoja que parece asustar a Prigogine. Se debe clarificar lo que significó asustarse por ese temido fuera del universo.

Prigogine reconoce que “observamos la emergencia de una ciencia que… nos confronta con la complejidad del mundo real. Una ciencia que permite la creatividad humana desdoblarse como una expresión singular de un rasgo básico común a todos los niveles de la naturaleza. ¿Qué significa aquí lo “singular”? ¿Podemos especificarlo un poco más?, y ¿si se puede prolongar las consecuencias?

Antes veamos cómo Prigogine contesta estas preguntas, pienso que es útil traer en el cuadro el libro de 1907 de Henri Bergson, La evolución creadora. Esta es una referencia clave admitida por Prigogine; tal que no se sospeche de sufrimiento del terrible virus Westen- Leibniziano-Cristiano. Sin embargo, para alcanzar la idea de duración uno tiene que comenzar de su concepto de existencia: para un ser consciente, existir significa cambiar; cambiar significa madurarse; madurar significa recrearse; sin fin.

Este proceso de existencia es la duración, el elan vital (fuerza vital, o conciencia), que se visualiza como naturaleza evolucionaría. Pero el proceso de evolución no es una simple línea continua: desde este punto de vista, no es solamente la conciencia que aparece como la potencia motora de la evolución, sino aún más, entre los seres conscientes viene a ocupar un lugar privilegiado. Entre el hombre y los animales, la diferencia no es simplemente de un grado de naturaleza.

Podemos por el momento dejar la materia de las diferencias de Bergson con Prigogine. Pero mantengamos en nuestra menoria que hay “tiempo” en el instante de muerte en una mala foto, y que hay “tiempo” en el momento infinito atrapado por una pintura clásica, momentos cuyos trazos se dejan aún en la cara de una persona recién fallecida. La conciencia de tales momentos, que hubo expandido el horizonte y colocarnos fuera de lo indeterminado por algo es lo que llena la existencia humana.

Desde los Upanishads, a Platón, a San Pablo, a San Agustín, a San Nicolás de Cusa, a Pascal (para mencionar solamente a los pensadores occidentales) todos ellos nos mencionan la clave de lo “exterior”, que Pascal lo menciona poéticamente: “No es en el espacio que debo buscar mi dignidad, sino en el ordenamiento de mi pensamiento como espacio”.

Anotar ahora, en el proceso de medios, a menudo experimentamos la tendencia a excluir al tiempo real, a favor de los ciclos espaciales. Mientras en el proceso de conocer, al confrontar la verdad, a uno parece también querer escapar del tiempo, pero ahora en una dirección diferente.

Así que Prigogine principalmente no presupone un eslabón entre el conocedor y lo conocido, demanda que esto une crear una diferencia entre el pasado y el futuro. La realidad del llegar a ser una condición formal para nuestro diálogo con la naturaleza.

¡Precisamente! Pero nosotros, más que el “eslabón”, “crear o no crear es la diferencia”, uno debe inyectar un poco de personalidad en las categorías y relaciones de un proceso”.
Fuente: http://www.cambiodemichoacan.com.mx/editorial.php?id=2584

MEXICO. 17 de diciembre de 2009

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