La ciencia y muchas formas de la religión son perfectamente compatibles

Rañada reedita ‘Los científicos y Dios’, aportando claves para una reflexión filosófica desde la ciencia
Acaba de salir la segunda edición del libro “Los científicos y Dios” de Antonio Fernández Rañada, en la Editorial Trotta, que mejora sustancialmente la primera, en su objetivo de “poner de manifiesto la notoria falsedad del estereotipo de que los científicos se oponen radicalmente a la experiencia religiosa”. Este enfoque ha sido reforzado por el interés creciente de la cultura actual por temas religiosos –afirma el autor en la introducción–, dada la insatisfacción que produce en círculos científicos el reduccionismo a ultranza, y por el auge del posmodernismo en el dominio de lo no racional. Por estas y otras muchas razones el tema se ha desplazado, sin moverse, al centro del interés bibliográfico. A pesar de la multitud de aspectos que se presentan en el libro, proponemos unas lineas directrices que presentamos como claves para entender las razones filosóficas que subyacen al diálogo ciencia-religión. Por Miguel Lorente Páramo.

Estamos ante la segunda edición del libro Los Científicos y Dios que el autor, Antonio Fernández-Rañada, publicó en 1994 en la Editorial Nobel de Oviedo. El profesor Rañada es Catedrático de Electromagnetismo en la Facultad de Ciencias Físicas de la universidad Complutense de Madrid. Además de una larga carrera científica, Rañada ha escrito varias obras de temas humanistas: “Los muchos rostros de la Ciencia”(1995); “De la agresión a la guerra nuclear”(1996), con J. Martín Martínez; ha escrito además libros y artículos de investigación en su especialidad universitaria. Ha recibido Premios a su labor investigadora: Premio de Investigación de la Real Academia de Ciencias (1977), la Medalla de la Real Sociedad Española de Física (1985); ha sido también premiada su labor divulgadora: Premio Internacional de Ensayo Jovellanos (1995) y Medalla de Plata del Principado de Asturias (1999). Actualmente es Presidente de la Real Sociedad Española de Física. Asimismo, es miembro del Consejo Editorial de Tendencias21.

La segunda edición del libro ha sido mejorada con aportaciones de bibliografía reciente, posterior a 1994, y con párrafos sustancialmente nuevos como son los siguientes. 1) Las encuestas hechas entre los científicos que confirman que muchos de ellos, pertenecientes a diversas especialidades, son creyentes y practican algún tipo de religión; en esto los hechos sociológicos son distintos a las predicciones negativas que algunos hicieron sobre el futuro de lo religioso ante el avance de las ciencias. 2) El llamamiento de Martín Rees en 2007, semejante al de Carl Sagan en 1991, para el acercamiento entre las comunidades científicas y religiosas con el objetivo de preservar el medio ambiente. 3) La polémica en torno al “diseño inteligente” como opción menos agresiva a la ciencia que la defendida por el “creacionismo científico” del fundamentalismo americano. Esta discusión, como sabemos, ha invadido las aulas en los últimos años en Estados Unidos. El creacionismo pretendía imponer una “filosofía metafísica” religiosa como postura científica antagónica a la teoría de la evolución de Darwin. Aunque también es verdad que muchos científicos enseñaban el darwinismo no como una ciencia sino como una “metafísica materialista”, es decir, como una “pseudociencia” que hace pasar por ciencia lo que es también metafísica o filosofía.

Los pilares del diálogo ciencia-religión

Los dos primeros capítulos del libro están destinados a presentar dos mundos que se comparan entre si. Por una parte, el mundo de la ciencia cuyos defensores se aferran más a su método experimental y al éxito de las predicciones. En cambio, en el mundo de la religión, “las afirmaciones religiosas pertenecen más al ámbito personal que no está basado en ningún tipo de experimento reproducible” (página 22). ¿Cuáles son los contenidos de la ciencia y de la religión? A la primera podemos atribuirle los modelos del Universo que se han ido desvelando a lo largo de los siglos y que describen las ciencias particulares. A la segunda corresponde dibujar con detalle los modelos de Dios que han dado lugar a los diversos tipos de hombres religiosos –teísta, politeísta, panteísta, fideísta, deísta, agnóstico y ateo– y a las diversas clases de religiones, como son las orientales (budismo, induísmo) y las occidentales (judaísmo, cristianismo, islamismo). Estas presentan a un Dios creador del mundo y del hombre que se revela a través de Abraham, Jesús o Mahoma. Una razón muy importante para atender a estos dos mundos, ciencia y religión, es el influjo que han tenido sus defensores en el curso de la historia. Según Hark, entre los 80 primeros personajes que más han influido en la historia de la humanidad, 36 son científicos y 13 religiosos (página 31).

Una vez que presentados estos dos mundos en discusión, el autor se pregunta sobre las relaciones entre ellos. A lo largo del libro se llega a las siguientes conclusiones:

1. “Las relaciones entre ciencia y religión se han entendido a menudo de modo simplista, sin tener en cuenta que han sido muy variadas y de gran complejidad y riqueza” (página 37) y para corroborarlo cita testimonios de N. Whitehead, R. Merton y J. Brooke.

2. “La ciencia y muchas formas de la religión son perfectamente compatibles” y para justificar esta consideración ofrece 4 argumentos (página 38): i) muchas de las objeciones a la religión por parte de la ciencia nacen de concepciones anticuadas e incluso erróneas, tanto de la ciencia como de la religión; ii) el ocultamiento que sufrió la religión por parte de los sectores más avanzados de la cultura, como la Ilustración en los siglos XVIII, XIX y el Modernismo en el XX, han dado lugar a un florecimiento de las “creencias” en el lado científico. iii) la ciencia busca el cómo de las cosas, la religión el porqué. iv) Los científicos a veces extrapolan sus afirmaciones a esferas de conocimiento en que dichas afirmaciones no han sido probadas.

Un argumento sociológico que viene a apoyar la conclusión 2 son las encuestas que se han hecho en el siglo XX sobre las creencias de los científicos. La más sorprendente fue realizada por Leuba en 1914, cuyos resultados (41,8% de creyentes) fueron confirmados, a pesar los pronósticos negativos, ochenta años después por Larson y Whitman. Un examen detallado de la mentalidad de los grandes científicos que han dejado huella en la historia de la ciencia muestra que éstos esstán más abiertos a la transcendencia.

Un nivel de conocimiento más profundo.La reflexión filosófica

El autor nos hace caer en la cuenta que en el diálogo ciencia-religión no se limitan los participantes a la mera exposición de datos, sino que aparecen argumentos de carácter filosófico. Por ejemplo, en el apartado “Explicación materialista de las religiones” (paginas 24-30) se refiere a quienes interpretan la religión como un producto de la evolución de las especies, según la opinión de E. Fromm, J. Monod, M. Ruse y R. Dawkins. El punto de vista de estos autores es reduccionista, es decir, solo admiten el conocimiento que proviene de la experiencia sensible y reducen todos los fenómenos a las leyes físico-químicas.

Aquí ha habido una irrupción de la filosofía positivista en el campo de la religion, de la misma manera que el positivismo irrumpió en la ciencia, reduciéndola a datos observables y leyes numéricas. Pero también encontramos en el libro de Rañada un párrafo que sorprende por su visión profundamente teísta: “Filosofía griega, teología medieval y revolución científica” (página 61). Aquí se insiste en la influencia de la filosofía griega y la teología medieval en el nacimiento de la ciencia moderna.

La filosofía griega había insistido en la armonía del mundo, y la teología medieval en la existencia de un Dios creador y racional. Estas interpretaciones de la ciencia están iluminadas por una filosofía que admite la existencia de Dios y el hecho de la creación por un ser inteligente que impone leyes universales a sus creaturas. Estas formas de utilizar una determinada filosofía para criticar la ciencia o la religión nos lleva a plantear el problema epistemológico fundamental para el diálogo ciencia-religión.

Sabemos que la ciencia se apoya en la experiencia sensible y en modelos matemáticos para representar el Universo; pero este método no se puede aplicar al hecho religioso, porque éste no es objeto de una experiencia sensible. Las realidades que presenta la religión son objeto de una experiencia interna que no es repetible ( aunque es communicable a otro sujeto por medio del lenguaje). También se ha indicado que la ciencia hace preguntas sobre el cómo y la religión sobre el porqué y para qué. Luego aparentemente los dos mundos son inconmensurables, en el sentido de que no se pueden comparar ni en el método ni en el objetivo.

Pero la ciencia admite una interpretación y una justificación filosófica que ha dado lugar a una filosofía de la ciencia. De la misma manera, la religión ha sido sometida a un análisis crítico y a una fundamentación filosófica que ha dado lugar a la filosofía teísta y a la teología. Entonces, la filosofía es el puente común que acerca los mundos de la ciencia y de la religión, porque puede responder a preguntas sobre qué es la realidad subyacente a ambos mundos, sobre si existe una relación de causa-efecto entre el Dios de la teología y el mundo de las cosas creadas, y sobre si se puede afirmar que el Creador haya impuesto una finalidad en los seres vivientes. Evidentemente al responder a estas preguntas entra en juego la postura filosófica de cada interlocutor.

Las pruebas de la existencia de Dios

Partimos de una filosofía realista sobre los contenidos de la ciencia y de la religión que trata de justificar las relaciones entre ambas, por una conexión causal entre ellas. El primer ser cuya existencia hay que aceptar, para poder seguir discutiendo sobre los problemas que han surgido entre ambas realidades, es Dios como causa eficiente y final de todos los seres del Universo.

El autor del libro presenta un resumen de los principales argumentos que se han dado para probar la existencia de Dios, después de haber presentado las bases del diálogo y antes de acometer los puntos en conflicto.

Los argumentos se pueden reducir a cinco –las cinco vías de Santo Tomás – y son los siguientes:

a) El argumento cosmológico: a partir de los cambios que se observan en el universo y utilizando el principio de causalidad, se construye una cadena de causas y efectos que exige tener una primera causa que llamamos Dios.

b) El argumento teleológico: examinando el orden tan maravilloso que se da en los seres puramente materiales y sobre todo en los seres vivos, se deduce que tiene que haber un ser superior que ha puesto en marcha ese mecanismo tan perfeccionado y que llamamos Dios.

c) El argumento ontológico (atribuido a San Anselmo) según el cual el concepto de Dios como ser perfectísimo conduce a su existencia porque sin ésta no sería totalmente perfecto.

d) El argumento moral: el hombre tiene una tendencia innata a hacer el bien y evitar el mal. La condición de posibilidad de esta incondicionalidad de hacer el bien es Dios mismo.

Estos argumentos exigen previamente la aceptación de la existencia del Universo, incluido el hombre, y la aceptación del principio de causalidad, lo cual indica que nos movemos en una filosofía realista. Por otra parte, se ha afirmado que la fe depende de una decisión de la voluntad, que hace al acto de fe libre, pero razonable.

En su libro “¿Existe Dios?” también H. Küng se hace eco de este problema y muestra una cautela muy cuidada ante la demostración racional de la existencia de Dios, ya que, según Küng, la razón que acepta a Dios habrá de aparecer, no antes, sino en el mismo acto de aceptación cognoscitiva de dicha realidad.

Así resume H. Küng en su libro (“¿Existe Dios?”, página 636) su interpretación de la fe en Dios: “La incondicionalidad de la exigencia ética, la incondicionalidad del deber, tienen únicamente su fundamente en algo Incondicional, en algo Absoluto, que es capaz de producir un sentido transcendente, y que no puede ser el hombre como algo particular, como naturaleza humana o como comunidad humana, sino que únicamente es Dios mismo”.

Controversias sobre la evolución de las especies

En el capítulo 4 y 5 el autor del libro “Los científicos y Dios” aborda el tema de la evolución de las especies de Darwin y las discusiones que se han desarrollado, especialmente entre científicos y comunidades religiosas, que siguen cada vez más acaloradas. Para analizar estas discusiones contamos con la ayuda de la filosofía que, como hemos dicho, sirve depuente a ambas áreas de conocimiento. Suponemos que se han resuelto las pruebas de la existencia de Dios, para establecer una base firme en la que abordar el problema de la evolución con razones teológicas que puedan ser aceptadas también por los científicos.

El autor del libro presenta, por otra parte, los aspectos filosóficos de la teoría de la evolución que ayuden a interpretar y al profundizar en dicha teoría. En particular se analizan (capítulo 4):

i) el concepto de determinismo en las leyes de la naturaleza, que comienza con Parménides, pasando por Descartes, Galileo y acabando con Laplace. Este último extendió el determinismo a todo el Universo, incluso al hombre, negando la libertad de éste.

ii) dentro de la mecánica clásica se va abriendo paso la indeterminación, sobre todo la originada por la mecánica estadística y el caos, que introducen un factor de probabilidad subjetiva.

iii) la probabilidad como algo objetivo aparece en el siglo XX con la llegada de la mecánica cuántica en los fenómenos de la microfísica.

iv) a pesar de no poder precisar con exactitud las medidas de una magnitud observable, se defiende, como lo hicieron Einstein y Schrödinger, la realidad de los modelos de la mecánica cuántica.

Resumen de posturas

Con estos presupuestos filosóficos las dos posturas encontradas se resumen de la siguiente manera (capítulo 5).

1. Los defensores del darwinismo como teoría puramente científica profesan por lo general una postura reduccionista y una filosofía materialista, que rechazan por inexistente un Dios creador que pueda dirigir la evolución. Las únicas claves que les quedan para explicar la evolución son la selección natural y los cambios producidos al azar, donde esta palabra puede tener un sentido más profundo que el de las leyes de probabilidad postuladas en la mecánica cuántica. Esta postura tiene la ventaja de manejar mecanismos tomados exclusivamente de la ciencia, pero desaprovecha otros recurso que maneja la corriente teista.

2. La otra solución que trata de armonizar la teoría de la evolución y la creencia en Dios es admitir de nuevo una filosofía realista que acepte un Dios creador que a través de las leyes de la probabilidad y de la selección natural imponga en los seres vivos una finalidad para conseguir cotas más altas de vida. Dentro de esta corriente se puede clasificar la teoría del “diseño inteligente”, teniendo en cuenta que es equivocado pretender que los presupuestos que utiliza sean adscritos al campo exclusivo de la ciencia, ya que se trata de una filosofía o metafísica construida sobre la ciencia.

¿Es la materia creada por Dios?

Un planteamiento similar a la discusión sobre la teoría de la evolución es la controversia sobre la creación de la materia. ¿Se crea por si misma o necesita de Dios para existir? Pero igual que en capítulo 4 y 5 el autor recoge los aspectos filosóficos para saber con qué realidades estamos argumentando. Porque la ciencia sólamente recoge los datos que se van a utilizar en la formación de hipótesis y modelos, pero las conclusiones sobre la realidad última se refieren al campo de la filosofía.

Las hipótesis científicas que se barajan en el libro “Los científicos y Dios” para elaborar un argumento ontológico sobre la creación de la materia son (capítulo 6):

i) la materia no ha tenido principio, existe desde siempre;

ii) se producen pares de partículas-antipartículas en todo el universo como consecuencia del principio de indeterminación de Heisenberg;

iii) las propiedades físicas de la materia han dado lugar a la aparición de la vida por generación espontanea;

iv) el modelo de Hawking para el Universo de tiempo cíclico exige un sistema de leyes necesario (pero no necesariamente existente);

v) el modelo estacionario de Bondi, Gold y Hoyle exige la aparición continua de materia.

Los reduccionistas aprovechan estas razones para probar que la materia se crea a si misma, ya que no admiten el principio de causalidad y, por consiguiente, la materia no necesita una causa. En la otra vertiente de la discusión, el autor coloca el “argumento antrópico”, que se plantea desde una posición teísta, pero que admite todos los datos de la ciencia que hemos enumerado.

Este principio antrópico tiene dos versiones, la débil ( que podría corresponder a la finalidad extrínseca) y la fuerte (que podría corresponder a la finalidad intrínseca). Aunque los argumentos científicos sean muy rigurosos, filosóficamente son difíciles de aceptar. Es decir, se buscan argumentos científicos que muestren que el valor de estas variables y circunstancias físicas han sido puestos por el creador para la existencia del propio hombre.

Temas para seguir dialogando

En el último capítulo el autor presenta varios temas que están actualmente en discusión y que son susceptibles de un análisis tanto científico como teológico utilizando la plataforma filosófica común a ambos, pero cuyos resultados son todavía prematuros dada la magnitud de los temas.

Resumamos algunos de ellos:

a) El cientificismo. Exagera el papel de la ciencia porque todo lo quiere supeditar a ella: conocimiento, sensibilidad, ética. Según Weinberg “los científicos deben estar orgullosos de sus logros transnacionales y transculturales”. Y Monod y Wilson reducen todo lo referente al hombre a la conjunción de su patrimonio genético y a su entorno. Como consecuencia, el concepto de persona no tiene ningún significado. Si queremos analizar las posturas de estos científicos nos encontraríamos que éstos profesan una filosofía reduccionista (materialista).

b) El hechizo de una sabiduría total. Ya en la antiguedad los griegos intentaron explicar toda la naturaleza a partir de los cuatro elementos. En la edad moderna, Newton y después Laplace creyeron que todos los movimientos del sistema solar se podían predecir a partir de las ecuaciones de Newton. Algunos científicos creen que algún día se llegará a explicar todos los fenómenos del Universo con una sola ecuación. Los defensores de la teoría de supercuerdas la denominan “la teoría del todo” porque confían que logrará explicar todos los fenómenos de la naturaleza. ¿Quién se atreverá a dialogar con estos científicos si no admiten que la ciencia puede tener lagunas?

c) ¿Es posible explicarlo todo? A algunos les parecerá que se puede responder afirmativamente, pues basta profundizar en los principios para encontrar uno del que se deriva lógicamente la respuesta. Para otros esto no es posible, porque se encuentran preguntas que no tienen respuesta como la pregunta de Leibniz “¿porqué existe algo y más bien la nada?”.

d) El teorema de Gödel, según el cual todo sistema formal de axiomas y reglas de inferencia incluye necesariamente afirmaciones que no se pueden probar ni refutar dentro del sistema. Si se admite que las matemáticas y la física teórica se sustentan en el mismo corpus philosophicum que la teología, este teorema viene a corroborar la idea de un Dios creador que supera nuestros mecanismos de conocimiento finitos.

e) ¿Llegarán a pensar las máquinas? Cada nuevo avance de la informática pone al rojo vivo la discusión, pero como en otros casos todo depende de la filosofía subyacente, Una filosofía reduccionista intentará probar que el cerebro actúa como una máquina. Otra postura vitalista defenderá que los actos de la libertad y de la adaptación a una situación determinada y oscilantes nunca podrán ser realizados por una máquina.

El autor concluye el libro “Los científicos y Dios” con un resumen. Primero recoge los valores de la ciencia que nos acercan a la verdad del conocimiento y a las aplicaciones de la técnica para el desarrollo de la humanidad. Después nos pone en guardia sobre los peligros de la ciencia si se abandonan las preguntas básicas que el hombre tiene que responder sobre su destino y la ética de sus acciones.
Es Catedrático Emérito de Física de la Universidad de Oviedo y miembro de la Cátedra CTR, Universidad Comillas.

Fuente: http://www.tendencias21.net/La-ciencia-y-muchas-formas-de-la-religion-son-perfectamente-compatibles_a2425.html

martes 15 Julio 2008

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