Σοφία δὲ πλούτου κτῆμα τιμιώτερον/ La sabiduría es un bien más apreciable que la riqueza (Menandro) Μέτρον ἄριστον // Lo mejor es la medida (Cleóbulo)
Las grandes figuras de la Hélade, algunas gigantescas, no son los profetas de Dios, como en el mundo hebreo, ni los santos, como en el cristianismo, sino “los poetas y los músicos, los filósofos, los retóricos y los oradores, es decir, los hombres de estado”,afirma W. Jaeger.
Desde un punto de vista axiológico, existe un enorme contraste entre los valores griegos y los valores cristianos.
Para un cristiano, la santidad es el valor espiritual supremo y los humanos pueden dividirse en santos y pecadores. Para un heleno, en cambio, el valor supremo es la sabiduría (sophía) y la polaridad axiológica se da entre sabios e ignorantes, como muestra la paideía socrática y el símil platónico de la caverna.
Incluso en la mitología se contraponían dos tipos ideales, el sabio Prometeo y el necio Epimeteo (véase el Protágoras de Platón).
Por su parte, la ética griega es intelectualista, aunque en distinto grado, en todos sus representantes, Sócrates, Platón, Aristóteles, Epicuro, estoicos etc.
El ideal del sabio es el modelo moral a imitar, a diferencia del profeta judío o del futuro ideal del santo cristiano, especialmente en su versión monacal y de retirada del mundo.
En Grecia no existe un santoral ni vidas de santos que sirvan de modelos a imitar por los creyentes. Lo que sí existe es una lista de los “siete sabios”, en su mayoría estadistas y legisladores (Solón de Atenas, Pítaco de Mitilene, Bías de Priene, Cleóbulo de Lindos, Quilón de Esparta o Tales de Mileto, el primer filósofo), que con sus apotegmas lacónicos, expresan la sabiduría gnómica como guía de la vida buena y del recto obrar para el resto de los mortales.
En lugar de los diez mandamientos dictados por el dios monoteísta, los griegos se inspiran en las sentencias (gnomaì) parenéticas de sus sabios, inscritas en el frontispicio de sus templos: “nada demasiado”, “conócete a ti mismo”, “lo mejor es la medida”, etc.
Los poemas homéricos y los poetas líricos (Mimnermo, Safo, Anacreonte, Alcmeón, Arquíloco, Alceo, Teognis etc.) prepararon el camino al nacimiento de la filosofía.
Con su imaginación poética expresaron valores tan helénicos como la excelencia, la armonía, la proporción, el límite y la medida, que la filosofía convertirá en principios cosmológicos, ontológicos y éticos.
Incluso Platón, a pesar de su antipatía por la inmoralidad de los relatos homéricos, reconoce a Homero como el educador de la Hélade (Rep. X). La Ilíada y la Odisea ejercieron en el mundo griego un influjo social análogo al de la Biblia para los judíos y luego para los cristianos.
Para explicar el origen de la filosofía en Grecia, los historiadores señalan la confluencia causal de condiciones sociales (una “clase ociosa”), políticas (la libertad democrática), o económicas (un alto nivel de prosperidad) e intelectuales (un grado excepcional de figuras geniales).
Pero, los estudiosos señalan como una importante causa la ausencia de libros sagrados y de una casta sacerdotal encargada de velar por la ortodoxia o pensamiento correcto.
Así, en referencia a esas condiciones, escribe F. M. Cornford (cfr. Antes y después de Sócrates):
“mencionaremos entre ellas la ausencia de un clero políticamente poderoso; la ausencia de una fe en un Dios creador supremo y de un libro sagrado que a la vez comprenda una cosmogonía y una ley moral, de suerte que la cosmogonía no pueda cuestionarse sin impugnar la base de la vida social”.
Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/humanismo.php/2017/11/15/filosofia-griega-y-cristianismo-8
16 de noviembre de 2017