En 1785 en el libro Fundamentos de la Metafísica de las Costumbre, Immanuel Kant, introdujo la noción del imperativo categórico, definiéndolo como el principio supremo de la moralidad, es decir, un “concepto autónomo (independiente de la religión o ideología), autosuficiente y capaz de regir el comportamiento humano en todas sus manifestaciones”.
Asimismo Kant estableció tres formulaciones del imperativo categórico: 1. Formulación de la ley universal (actuar de tal forma que nuestra acción o máxima pueda convertirse en una ley universal); 2. Formulación de la humanidad (consiste en que debemos tratar a la humanidad como un fin y no como un medio); y, 3. Formulación de la autonomía (actuar con independencia de creencias o ideologías, es decir, con el uso de la razón).
En ese sentido, el cumplimiento de las tres formulaciones anteriores, llevará a que los actos del ser humano sean morales de una manera objetiva y no sólo subjetiva, es decir, que lo moral deje de ser algo ideal y efectivamente puede llevarse a la práctica en cada acción que se realiza.
Para mayor ilustración del lector pondré el ejemplo siguiente: Si al realizar una compra en alguna tienda departamental o comercial, el cajero te da más dinero que el que te corresponde como cambio, tú te preguntas ¿qué hacer?, ¿qué es lo correcto?, ¿qué actitud desearía que tuvieran todas las demás personas a las que les ocurriera algo similar? La decisión es tuya, pero debes actuar conforme quisieras que todo el mundo actuara en esas circunstancias, pensando también en la posición del cajero al tener que reponer el dinero que dio de más.
En la política mexicana y sobre todo, en el actuar de los políticos, la doble moral no existe, por la simple razón de que en sus actos no hay nada de moral; así que, cuando se acusa a un instituto político de tener doble moral, el término está mal empleado por la sencilla razón de que todos los partidos políticos y por ende sus militantes, carecen de moralidad, por tal motivo sus actos corren la misma suerte.
Los diversos candidatos ven al pueblo como un medio para conseguir el fin (el erario público y poder); las mentiras-propuestas nada tienen de universales sino que se particularizan de acuerdo a las necesidades de cada municipio, Distrito o Estado; y el actuar de los actores políticos solo buscan el engaño a efecto de obtener el cargo público y poder corromperlo ante su inmoralidad.
La falta de moralidad del político mexicano quedó magníficamente plasmada en la “máxima” del cacique Gonzalo N. Santos (fundador del PRI), al expresar “la moral es un árbol que da moras o sirve para una chingada”; he allí la idiosincrasia de los políticos mexicanos, los cuales han involucionado para seguir tratando de ocultar su tropelías, su enriquecimiento ilícito y el desvió de recursos, en lugar de corregir.
Los hechos anteriores fueron un secreto a voces en el pasado, pero ahora salen a la luz pública tan frecuentemente, que en el ideario mexicano solo existen dos posiciones: el hartazgo o la indiferencia; al primero es al que la mayoría del pueblo se debe sumar, pues al final provocará la reacción y acción del pueblo ante los abusos y excesos de los políticos.
El día que la moral sea verdaderamente incluida en la política, se podrá hablar de un cambio de paradigma en la forma en que se desarrolla la partidocracia del país, en ese momento se asistirá a la instauración de la democracia, en la que efectivamente se tenga un gobierno del pueblo para el pueblo y no la simulación a la que se concurre cada 3 o 6 años en la llamada “jornada electoral”.
La inmoralidad no es un tema exclusivo de la política sino que es inherente del ser humano, por ello debemos educar hijos y ciudadanos que compartan el imperativo categórico con que un día soñó Kant, ¿utópico? Tal vez, pero no imposible, pues el lograrlo dependerá de cada uno de nosotros y de lo que inculquemos a quienes un día dependen de nosotros.
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Fuente: http://primerplanoweb.com.mx/?p=3724
2 de junio de 2015. MÉXICO
Muy buena la idea de la moral, aunque la formación de la educación corresponde a todos y cada uno, pues la decisión se aprende por imitación de los hechos realizados por el ser humano. El ejemplo arrastra y parece que ante una indiferencia al reclamo de un buen ejemplo, somos arrastrados a la corrupción como un modo de vida, y la educación parece degradada al hedonismo. Ya no esta Kant – es un hecho – , estamos nosotros, lo podemos realizar con una formación que deje ejemplo. Los políticos parecen mercenarios de las ideas, nosotros podemos ser la praxis del buen ejemplo en la honestidad verbal y material; que los políticos, funcionarios públicos noten que su amoralidad no funciona.