Pensar supone un acontecimiento, una fuerza interna que interpela al ser humano.
Cuándo estamos llamados, convocados o intimados a pensar? Slavoj Zizek en Islam y Modernidad, uno de sus últimos libros publicados en castellano, nos dice que se debe pensar en la tormenta, entre los rayos, la lluvia y el viento. “Lo difícil de combinar es, precisamente, la tensión del momento y el acto de pensar”, dice Zizek.
Algo muy cercano a la reflexión que hizo Martín Heidegger sobre el cuestionamiento que se hacían los científicos que crearon, o ayudaron a crear, la bomba atómica. Oppenheimer, Einstein, Bohr, Heisenberg dijeron a coro: ¿qué hemos hecho? Mientras la nube en forma de hongo se levantaba en Hiroshima y en Nagasaki, ¿qué hemos hecho? Es una pregunta muy adecuada, que nos recuerda la sentencia: “Señor perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Pero en el caso de los físicos y la bomba atómica, uno diría: ¡son científicos, ellos piensan! Sin embargo, Heidegger decía que la ciencia no piensa. Pensar supone un acontecimiento, una fuerza que interpela al ser humano; éste se piensa a sí mismo, se mira a sí mismo ante lo que acontece y tiene la posibilidad de pensar.
Zizek, en un tono cercano a Michel Foucault, critica a los partidarios de la calma, a los que piden que las cosas se sosieguen para pensar más equilibradamente. “Pensar en el sosiego normaliza la situación permitiendo evitar el filo cortante de la verdad”, señala el filósofo esloveno. Empero, en ningún momento ni Zizek ni Heidegger señalan que pensar, cuando uno está llamado a hacerlo, sea fácil. Justamente pensar es un salto muy difícil, entre la ira, la impotencia y el querer mandar todo al demonio. Pensar debe llevarnos a una reacción rápida en busca de una potencia de vida. No es solo comprender o entender lo que acontece, es a la vez la condición de cambiar, de transformar lo comprendido, de ver con claridad lo que se pone en juego.Michel Foucault, a quien ya mencionamos, es otro filósofo que nos exige pensar en los bordes, en los extremos. Foucault señalaba que nunca había que dar nada por definitivo, nada por sentado y que, cuando empezábamos a instalarnos cómodamente en la seguridad de una certeza, de una verdad; de que algo estaba claro, seguro y evidente; ese era precisamente el momento en el que nuestra capacidad de pensar estaba corriendo mayor peligro.
No pensar suponía tener certezas, tener verdades universales, pues lo propio del pensamiento vivo es cambiar de pensamiento. Las personas tienden a abrazar una verdad cuando se cansan de pensar. Cansarse depensar pasa por conformarse con la versión de la verdad que uno tiene y creerla férreamente. Pero cuando las certezas se diluyen, cuando nos encontramos en estado de shock, ese es el momento justo para reunir el coraje de pensar. Pensar es traer a nuestra vida el ahora.
Fuente: http://www.la-razon.com/opinion/columnistas/coraje-pensar_0_2268973116.html
11 de mayo de 2015. BOLIVIA.
Gracias por este gran articulo, me agrado mucho.