“La decadencia de Occidente” es el título de una obra de Oswald Spengler. Dicho título a la vez lo eligió en 1912 tomando como modelo la “Historia de la decadencia del mundo antiguo”, de Otto Seeck.
En el texto de Spengler, éste no sólo quiere predecir al Occidente como el fin de la historia, cosa que haría muchos años más tarde Francis Fukuyama con su libro “El fin de la historia”, sino que vincula esta profecía con una morfología de la historia universal de carácter general. De este modo desarrolla una ambiciosa filosofía de la historia y de la cultura.
Tras la primera guerra mundial, se había producido una terrible conmoción donde se auguraba el derrumbamiento de la cultura occidental. Se habían hecho patentes tendencias excesivamente autodestructoras. La “Filosofía del porvenir”, de Nietzsche, podía ser convertida en los más farragosos rumores de una columna pesimista. No obstante, Spengler se negó a que su teoría fuese entendida nietzscheanamiente como pesimista. Estábamos ante todo ante la décadence de Europa, pero ello no debía entenderse como una catástrofe, sino como descenso de la cultura hacia una fase postrera de la civilización, que habría de durar aún largo tiempo y ante la que se alzaban todavía grandes formas de reconstrucción. En la Introducción a una obra posterior, titulada “Prusianismo y socialismo” -1920-, el mismo Spengler advirtió que sus pensamientos eran “la semilla de la cual se había desarrollado toda esta filosofía”. Y aún dijo más: “Es preciso liberar a Marx al socialismo alemán”. En este sentido pudo hablar Spengler de los deberes políticos de la juventud alemana, de años decisivos y de una culminación, todavía no expectativa del alma fáustica de Occidente.
Han pasado los años tras la Gran Guerre -y sobre todo tras otra guerra mucho más feroz- y Occidente continúa en decadencia. No diré como Fukuyama que estemos ante el fin de la historia, pero sí preveo que el occidentalismo se halla inmerso en una cultura contradictoria que necesita de una protovivencia como una suerte de alarma. Occidente necesita de un candil con el que iluminar aquello que “El loco” de Nietzsche, en uno de sus aforismos de la “Gaya Ciencia” iba repitiendo por las ciudades: “¿Alguien ha visto a Dios?”, “lo estoy buscando”, “¿Alguien ha visto a Dios”. Mientras la gente se reía del loco, hasta que éste exhausto tiró la lamparilla de luz al suelo y dijo: “Dios ha muerto. Lo hemos matado entre todos”.
Esta metáfora nietzscheana viene a explicar que a Occidente también lo hemos matado entre todos, por culpa de nuestra ambición, por culpa de nuestra abnegación, como si fuera un Potlatch donde las tribus se consumen a sí mismas. Occidente es una tribu donde la economía y la política han provocado su fenecimiento casi en tono total. En este sentido, me hallo más próximo a Nietzsche que a Spengler y soy consciente del pesimismo que me arrolla cuando noto que la modernidad no obedece a una praxis o a una pragmática donde la reciente historia salga de su infierno particular. Occidente sigue estando, pues, en decadencia. La decadencia es un psyché que ha perdido el hombre de tanto usarla.
Las crisis voluminosas que ha padecido Occidente a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI me hacen pensar que hay algo que está fallando, algo que no estamos haciendo bien, que aquellos tratados -decenas y decenas- firmadostras las guerras no han servido de nada, pues son ultrajados siempre que a las grandes potencias extranjeras -digamos sobre todo que EEUU- les viene en gana. La vulneración de los derechos humanos y la falta de habilidad a la hora de concertar y hacer cumplir las distintas Cartas Magnas de las diferentes naciones del mundo occidental nos envían directamente a un mal sueño del cual ya es muy difícil no sentir las consecuencias de dicha pesadilla. Occidente ha muerto por exceso de riqueza, por culpa del thatcherismo y la Escuela de Chicago, por una economía enloquecida donde el dinero ha secuestrado el sentido histórico y fraternal entre las diferentes geografías. Occidente es ya una preoccidentalización. Llevo el candil del loco en la mano y yo también voy gritando por las ciudades.
Fuente: http://www.diarioprogresista.es/la-decadencia-de-occidente-60692.htm
16 de febrero de 2015. ESPAÑA