Los recientes atentados terroristas, de signo yihadista, contra la sede del semanario humorístico Charlie Hebdo en París y en un supermercado judío, han sido interpretados de múltiples formas en las últimas semanas.
Los recientes atentados terroristas, de signo yihadista, contra la sede del semanario humorístico Charlie Hebdo en París y en un supermercado judío, han sido interpretados de múltiples formas en las últimas semanas. Así, algunos, procediendo sin duda desde la perspectiva de las «democracias avanzadas» de nuestro presente han tendido a contemplar dichos atentados terroristas a la manera de ataques, particularmente siniestros y bestiales, dirigidos expresamente contra la «libertad de expresión» entre otros «valores» fundamentales de la civilización occidental, una civilización que, dicho sea de paso, parecería quedar ejemplarmente representada por la sociedad política francesa (libertad, igualdad, fraternidad). Por lo demás, aunque estos días, se ha insistido en, la coloración mahometana de los atentados, en todo caso, dicha coloración sin perjuicio de reconocerse ha tendido a quedar vista como accidental a la secuencia de operaciones de los matarifes, de suerte que, frente a tales ataques indefinidos, todos (empezando por los musulmanes) deberán empezar a solidarizarse con el semanario contra el que dichos ataques se dirigían . Y hacerlo además en el idioma nacional de dicha sociedad política en tanto que portadora, por así decir, «de valores democráticos enternos» (Je suis Charlie).
Otras veces, cuando los intérpretes razonaban desde los principios del «catolicismo post-conciliar» del Papa Francisco, los tales asesinatos, con independencia de la fuerte condena que pudiesen sin duda merecer como ataques contra los «derechos humanos», empezaban por entenderse y explicarse como un resultado natural, inexcusable, cuasi-mecánico de los sentimientos heridos de sus ejecutores –por no hablar del resto de los hombres islamizados– por los dibujos blasfemos publicados en el semanario. Así, los responsables de la revista francesa habrían, por decirlo así, «jugado con fuego» al ofender irresponsablemente los sentimientos –ahora sí: específicamente religiosos– de los musulmanes y, en consecuencia, dicha ofensa gratuita aun cuando no justificase de manera alguna los atentados, explicará la razón suficiente por la que estos se habrían producido («…es natural» según el Sumo Pontífice).
Pues bien, el grupo Promacos estima que ambas «explicaciones» representan en realidad ejemplos modélicos de «pseudo-explicación» al distorsionar gravemente los materiales de partida de un modo oscurantista y confusionario. Según nos parece, además, esto se debe a que ambas, sin perjuicio de sus diferencias respecto a los contenidos argumentales que cada una de ellas recorrería, incurren metodológicamente en la misma falacia heurística consistente en la inmersión de la especie en el hondón del género de manera que los atributos específicos y formales (morfológico-positivos) de los ataques de París se disolvieran, hasta quedar anegados en ellos, en sus componentes genérico- materiales (lisológico abstractos). Algo similar, sin ir más lejos, es lo que sucede cuando estos atentados homicidas son vistos como ejemplos del género terrorismo. Se trata de una inmersión formalista que constituye una pseudo-explicación por anegación de la especie en el género, puesto que sin perjuicio de que tal componente genérico sea, desde luego, cierto, dado que los autores de los ataques, o sus «inspiradores intelectuales» (supuesto que los asesinos no vayan a sobrevivir, según el propio programa, a los atentados) ciertamente han llevado a cabo sus planes según una metodología terrorista (véase al respecto, Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna. Terrorismo, guerra y globalización, Ediciones B, Barcelona 2004), esta circunstancia termina por encubrir la incardinación específica de un tal terrorismo procedimental en la dirección del yihad como precepto de la religión islámica, tal y como por ejemplo lo expone Averroes en El libro del Yihad.
De este modo, cuando se sostiene que los asesinatos de París se explican en tanto que ataques dirigidos a la «Libertad de expresión», se estaría, tal como nosotros nos hacemos cargo de la situación, procediendo a difuminar la estructura morfológica de tales ataques en la teleología que le es propia desde un formalismo muy cercano a la metafísica. Pues sea como sea, es ciertamente obvio que los disparos de sus responsables no se dirigieron tanto contra la «Libertad de expresión» en general (dado sobre todo que este sintagma cuando se sustancializa resulta vacío: libertad de expresión para qué) sino precisamente contra los dibujos de Mahoma que fueron vistos como blasfemos desde el punto de vista del inconoclasmo mahometano. De otro modo, sólo cuando pedimos el principio de una manera particularmente crasa, dando por supuestos los dibujos de Charlie Hebdo, puede acaso sostenerse con algún sentido preciso (aunque ahora ya, tautológico) que los ataques terroristas yihadistas de principios de 2015 se dirigían contra la libertad de expresión…. Contra la libertad de expresar contenidos morfológicamente incompatibles con el Islam.
Algo muy semejante ocurriría con la posición del Papa: no es en realidad la apelación a los sentimientos heridos de los musulmanes lo que explica los ataques a la manera de su razón proporcionada, ya que estos sentimientos sólo adquieren su eficacia histórica (no psicológico-formalista) cuando se combinan con contenidos morfológicos tan precisos como puedan serlo las siguientes instituciones propias del Islam: el matrimonio polígamo (frente a la familia monógama), la condenación del jamón o del vino (frente, por ejemplo, a la dieta mediterránea), el monoteísmo estricto prefigurado por la doctrina arriana (frente a los dogmas de la encarnación, latrinidad y el Corpus Christi), el angelismo (frente al decidido corporeísmo de la tradición católica), la iconoclastia (frente, por ejemplo, a la imaginería Sevillana de un Juan Martínez Montañés), &c. El hecho, tan evidente como muchas veces disimulado por los comentaristas, de que tales instituciones aparecen como directamente incompatibles unas con otras debería, creemos, hacer reflexionar a su Santidad sobre el siguiente extremo: no se trata de evitar insultar a los musulmanes de manera gratuita, puesto que la única manera de no hacerlo sería, por poner un ejemplo trivial, declarar cesante la figura del Papa tras la conversión de todos los fieles católicos en musulmanes cuanto hacerse cargo de la incompatibilidad misma entre las morfologías antropológicas de ambas religiones.
Desde el punto de vista materialista (no formalista) que el Grupo Promacos trata de ejercitar ante el trámite de acercarse a estas cuestiones, ni la teoría metafísica del «choque de civilizaciones» –pues las tales civilizaciones, fuera del mito de la cultura, ni siquiera existen como tales hipóstasis megáricasy por tanto no pueden en modo alguno «chocar» entre sí como tampoco pueden «aliarse»– ni, desde luego, la apelación a lisologismos como la libertad de expresión o lo sentimientos arrojan la menor luz sobre los fenómenos yihadistas de partida. Al contrario, sería desde luego la incompatibilidad plenaria desde el punto de vista antropológico, entre ciertas morfologías institucionales católicas y las musulmanas lo que podría ayudarnos a entender los disparos de los asesinos coranizados.
Fuente: http://www.nodulo.org/ec/2015/n155p08.htm
7 de febrero de 2015. ESPAÑA