Errantes y erráticos


En ‘La República’ de Aristocles (más conocido como Platón, el de “anchas espaldas”) esteintenta establecer un estado “ideal” en el que los filósofos ocupan el lugar principal en la dirección del Estado. En el Estado “real” moderno parece que quienes cuentan con este privilegio son los economistas, técnicos y, quizá, algún filósofo errante perdido en los escaños de los parlamentos. Mucho nos separa de aquella concepción platónica, elitista y alejada de la democracia actual, pero, quizá, algún detalle nos sirva todavía de referencia en nuestros tiempos.

En primer lugar, la claridad, que, como decía Ortega, “es la cortesía del filósofo” y debería serlo de todo el que se dirige a los demás. “Para hacer escuchar lo que decimos –afirmaba Rousseau– es necesario ponerse en el lugar de aquellos a los que uno se dirige”. No culpemos, pues, a los otros si no nos entienden. A veces, el lenguaje de quien nos habla es realmente críptico, ininteligible y partidista.

Platón decía en ‘La República’ que la política está subordinada a la moral y que hay que demostrar la necesidad moral de regir toda conducta según la justicia, la virtud y la idea de bien. En este mundo actual de “espías”, injusticias y corrupción bien nos vendría recordar las amonestaciones platónicas. Pretendemos hablar sobre el bien para los ciudadanos de la nación. Resulta obvio que no se puede hacer el bien si no se tiene un conocimiento explícito de qué es. Y, preguntamos, ¿qué es el bien? La respuesta no es fácil.

Ya sabemos que la obra platónica –reproducir la armonía de los astros en el Estado– es utópica como él mismo experimentó cuando intentó llevarla a la práctica, pero mucho de lo que dijo es mucho de lo que notamos a faltar hoy, sobre todo, su visión ética. A un filósofo no se le puede pedir todo, pues como decía Somerset Maugham, “es un tipo que se sube a una cumbre en busca del sol: encuentra niebla, desciende y explica el magnífico espectáculo que ha visto”. Pero, en el camino ha dejado conceptos e ideas aprovechables y dignas. No se trata, pues, de introducir una oligarquía intelectual en las instituciones, pero sí algún filósofo errante –aun con el riesgo, en ocasiones, de errático–, para iluminar un poco el oscuro panorama. H

Fuente: http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/cuadernos/errantes-y-erraticos_845533.html

11 de noviembre de 2013

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