Antrópologo y sociólogo, doctorado en la Sorbona de París, investigador emérito de la UNAM, ex director de La Jornada Semanal, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, investigador honorario de Birkbeck (Universidad de Londres). Autor de La jaula de la melancolía, Las redes imaginarias del poder político, El mito del salvaje, La sombra del futuro, Territorios del terror y la otredad y La sangre y la tinta: reflexiones sobre la condición postmexicana.
Es un hecho curioso que las teorías lingüísticas de Noam Chomsky tengan una implicación social que está en las antípodas de su conocida postura política crítica de izquierda. Para Chomsky el lenguaje está biológicamente determinado y tiene su origen en una estructura cerebral determinada y heredada genéticamente. Chomsky propuso tratar el problema de la naturaleza del lenguaje exactamente de la misma manera en que se aborda el problema del crecimiento de un órgano físico del cuerpo. Para él se trata de la “maduración progresiva de una estructura (hardware) especializada”. En consecuencia, no habría que hablar del “aprendizaje” de una lengua, sino de su “crecimiento”. Hay una motivación política en la insistencia de Chomsky en afirmar la existencia de estructuras mentales innatas; si no las hubiese, dijo alguna vez, habría quienes quisiesen controlar esa plasticidad o ese azar para moldear la conducta por medio de la autoridad estatal, la tecnología conductista o cualquier otro medio.
Su solución consistió en practicar un determinismo biológico estricto para interpretar el habla, que es el fenómeno social por excelencia que distingue a los humanos del resto de los animales. Chomsky impulsó una búsqueda (hasta ahora infructuosa) de los módulos neuronales innatos de la estructura gramatical universal que él supone comparten todos los humanos. Las ideas de Chomsky han apoyado la suposición de que, así como hay módulos o dispositivos cerebrales innatos que generan estructuras gramaticales, hay también módulos morales, estéticos o religiosos que forjan nuestras actitudes éticas, artísticas o devocionales. Las implicaciones políticas de estas propuestas nos empujan hacia una concepción conservadora de la realidad social. Es cierto, como quería Chomsky, que bajo este supuesto el Estado no podría manipular unas estructuras que se suponen innatas. Pero las personas, individual o colectivamente, tampoco podrían cambiar voluntaria y libremente sus ideas morales, sus gustos artísticos o sus inclinaciones religiosas. Estaríamos atrapados en un determinismo biológico inexorable. La comparación que hizo John Rawls entre la formación de un sentido de la justicia y el sentido de gramaticalidad estudiado por Chomsky contribuyó indirectamente a fomentar el determinismo biológico.
Sin embargo, Chomsky se ha distinguido no solamente por sus investigaciones lingüísticas sino también por profesar ideas libertarias y socialistas. Su aversión a toda autoridad, de raíz anarquista, es bien conocida, y lo ha llevado lógicamente a exaltar la libertad individual y la lucha contra los poderes fácticos sean políticos o económicos. Sus críticas políticas son vigorosas aunque con frecuencia excesivamente simplistas.
Acaso su propuesta de que hay mecanismos innatos en el cerebro, no determinados por las redes sociales, proviene de su actitud radicalmente antiestatista y de cierto pesimismo ante las luchas políticas. Si no podemos oponernos a los inmensos poderes que genera el capitalismo globalizado, pareciera pensar, es un alivio suponer que hay dispositivos neuronales que bloquean la intromisión de dichos poderes en la intimidad de nuestros cerebros. No sería posible cambiar desde la sociedad y el poder los aparatos genéticos que ordenan nuestra recóndita sintaxis mental, que sería al mismo tiempo individual y universal.
El filósofo Hilary Putnam ironizó sobre las ideas de Chomsky: “Decir que ‘la gramática universal en el cerebro’ genera el ‘componente semántico’ cuando los valores de ciertos parámetros han sido ‘adecuadamente fijados por el ambiente’ es como decir que ¡no-sabemos-qué es lo que-no-sabemos cuando no-sabemos-qué ha pasado!”. Esta broma nos ayuda a ver que la perspectiva de Chomsky impide que entendamos la relación entre el cerebro y la sociedad que lo circunda. Esta relación está formada por lo que yo llamo el exocerebro, un conjunto de prótesis simbólicas (principalmente el habla, pero también las artes, la música y muchos otros fenómenos culturales) que completan las funciones que el cerebro no puede realizar por medios exclusivamente biológicos (véase al respecto mi libro Antropología del cerebro). Habría una relación bidireccional entre los circuitos neuronales y las redes lingüísticas, una relación tan estrecha que haría imposible separar la dimensión cerebral interna del espacio simbólico externo.
Podemos comprender que nuestros cerebros están indisolublemente ligados al entorno social, cultural y político. Su plasticidad permite que sean moldeados por el acontecer que los envuelve, con todos los peligros que ello implica. Por esta razón, las investigaciones neurocientíficas de lo que sucede dentro de nuestras cabezas pueden tener notables implicaciones políticas, ocultas detrás de una terminología abstrusa. Las formulaciones de Chomsky nos ayudan a entender que en los más apartados recovecos de la ciencia se esconden resortes que ejercen una poderosa influencia.
Fuente: http://www.reforma.com/editoriales/nacional/720/1438904/
México. 5 de noviembre de 2013
Sinceramente, el Dr. Bartra está de coña o de plano no ha entendido un pijo del asunto de la gramática generativa.
¿A qué le llamamos “determinismo biológico”? Si lo entendemos así: “El determinismo biológico es un plan que consiste en afirmar que tanto las normas de conducta compartidas como las diferencias sociales y económicas que existen entre los grupos, básicamente diferencias de raza, de clase y de sexo, derivan de ciertas diferencias heredadas innatas, y que en este sentido, la sociedad constituye un reflejo fiel de la biología” (Wikipedia), entonces esto es exactamente lo que no ha dicho Chomsky ni la Gramática Universal. Lo que sí se ha planteado, es que al existir un “hablante interno”, se explica perfectamente porque los infantes pueden construir complejas formas gramaticales a pesar de la falta de estimulos externos (tratando de contestar una pregunta de B. Russell acerca de porque los seres humanos sabemos tanto a pesar de la pobreza de esos estímulos externos). Al haber derivado el problema del conocimiento del lenguaje a posiciones biológicas, derivó también posiciones referentes al innatismo filosófico, algo que, al parecer, se le atraganta al Dr. Bartra y a muchos que no quieren aceptar irracionalmente la gramática generativa. Al quitar la centralidad del “hablante externo” avanzó mucho más de lo que la linguística lo había hecho en la primera mitad del siglo XX, y retomo discusiones que venían desde Descartes y las posiciones de Port Royal, algo que tampoco ha sido muy del agrado de posiciones como las que el Dr. Bartra parece sostener.
Dice también la Wikipedia:” El determinismo biológico se plantea hoy en términos de determinismo genético, un conjunto de teorías que defienden la posibilidad de dar respuestas últimas al comportamiento de los seres vivos a partir de su estructura genética. Por lo tanto, la conducta, tanto de los animales como del ser humano, obedece a formas que han sido necesarias para la supervivencia de sus genes, y que se extienden a complejos sistemas sociales adaptados a su más favorable proceso evolutivo”. Pero nada de esto es cercano a las posturas científicas de la gramática generativa y la extrapolación que realiza el Dr. Bartra es simplemente carente de sentido.
Si para algunos la gramatica generativa les lleva a extrapolar la genética asociada al proceso del lenguaje, para llevar agua a su particular molino del conservadurismo social y político, esto no es algo que se le pueda atribuir a Chomsky o a la gramatica generativa. Y tampoco se puede negar (como con evidente mala fe lo hace el Dr. Bartra) que existen discusiones y demostraciones científicas que van por la línea de que al menos algunos problemas del lenguaje son causados por alteraciones del código genético (http://www.sld.cu/galerias/pdf/sitios/rehabilitacion-logo/genetica_y_lenguaje.pdf). Y las discusiones siguen por este lado, y el Dr. Bartra debe saberlo muy bien.
En conclusión: pretender darle primacia a la linguística sassuriana con base en interpretaciones carentes de honestidad intelectual porque al Dr. Roger Bartra no le gustan las derivaciones linguísticas y filosóficas del trabajo del Dr. Chosmky y de la gramática generativa, es querer creer que los últimos 60 años de avances científicos y filosóficos en línguística y genética simplemente no existieron. El Dr. Noam Chosmky, al dar primacia al “hablante interno” sobre el “hablante externo” y al negarse sensatamente a vincular su trabajo científico con sus posiciones políticas, dió la posibilidad de entender mejor la linguística al usar como lo hace la gramática generativa, la biología y las matemáticas y terminar con las múltiples discusiones inacabables derivadas de Sassure y seguidores. Y esto no lo puede negar ni siquiera cuando se quiere acusar de obtusos practicando escritos obtusos y deformados, como el que el Dr. Roger Bartra brindó a sus lectores.