Etica radical. Los abismos de la actual civilizacion

El desafío ético ocupó siempre un importante lugar en la ya extensa obra de Carlos París (Bilbao, 1925), uno de los filósofos más representativos de su generación. Una obra, por cierto, cuya columna vertebral ha de buscarse, preferente, aunque no exclusivamente, en la filosofía de la naturaleza y la antropología filosófica y cultural. Nada más lógico, pues, que la decisión de sistematizar finalmente su propuesta ética en una obra enteramente dedicada a ella, en la que, por otra parte, entronca con su ya clásico tratado de antropología, El animal cultural (1995) e incluso con obras anteriores, como Hombre y naturaleza (1970). Ampliando y reformulando sus desarrollos anteriores, París fundamenta ahora sus tesis con ayuda de una eficaz y desmitificadora ontología del presente que confiere plena actualidad al horizonte normativo que estas dibujan.


Carlos París. Foto: Ateneo de Madrid
He aquí su punto de partida -o la almendra de su programa, si se prefiere-: “La moral […] no puede ser aislada del mundo que el ser humano crea para sobrevivir y actualizar sus potencialidades. Y este mundo en sus múltiples aspectos, como los armamentos, la organización de la producción de bienes, la orientación de la investigación científica , los tratamientos sanitarios, la planificación urbana, los modos de comunicación, está orientado y marcado por decisiones éticas, subyacentes, por muchos ignoradas y, por otros, enmascaradamente ocultadas. No es este artificial entorno el resultado de un determinismo […], sino el producto de la elección de valores y de la preferencia de intereses que domina cada formación cultural”.

Desde estos supuestos, París (nos) propone una “ética radical” capaz tanto de ayudar a “deconstruir” la actual cultura , configurada en no pocos de sus rasgos esenciales por los grandes poderes que rigen el mundo, yendo a las raíces del comportamiento humano, como de cuestionar las “decisiones radicales” con que establecemos los diversos escenarios de las formaciones económico-sociales que han ido históricamente sucediéndose. Pero capaz de sugerir también un camino hacia un mundo distinto. Y, en cualquier caso, mejor: un mundo en el que el “egoísmo racional” deja paso, como instancia articuladora, al altruismo, y la ideología oficial de la igualdad y la libertad sea al fin algo más que una pieza retórica y ornamental.

De acuerdo con su propuesta de una ética capaz de hacerse cargo de los problemas que conlleva la construcción del entorno en el que se desenvuelven nuestras vidas, París sitúa, coherentemente con sus supuestos básicos, las raíces de nuestro comportamiento enla cultura, entendida como “la totalidad compleja que comprende desde las prácticas y materiales tecnoeconómicos hasta las representaciones del mundo, los códigos morales y las realizaciones expresivas, pasando por los procesos de comunicación, las formas de organización y las pautas reproductoras, en un tejido de relaciones internas”. Tal es, en cualquier caso, el multidimensional escenario de la acción humana, una acción que a la vez que lo crea se ve determinada por él. Estamos, pues, ante la propuesta de una ética renovada que, basada en la ciencia y en una reflexión filosófica madura, desborda con mucho la usual reducción de la disciplina a las relaciones interpersonales o a los avatares de un sujeto moral-racional “puro”. De acuerdo con ella la responsabilidad y la ética ingresan, pues, en el mundo de la “tecnosfera”, como París razona al hilo de una serie de notables análisis sobre la naturaleza de la experiencia técnica y la propia tecnificación del mundo, de la evolución de la información y el papel de la biología y la cultura en la formación de lo humano. Sin olvidar los procesos de maduración social del cerebro humano y la interacción y sinergia entre pensamiento y lenguaje.

Como ya quedó apuntado, la propuesta de una ética “radical” de estas características -esto es, de una ética consciente de que no es posible hacerse cargo del comportamiento humano y construir fines verdaderamente “racionales” para él de espaldas a su predeterminación por la civilización en que vive-, va de la mano, como no podía ser de otro modo, de una crítica sostenida de la actual “sociedad del riesgo” y de sus diversas patologías. Esto es, de la miseria moral, social y política de un mundo en el que las más refinadas microrracionalidades están al servicio de una macroirracionalidad absoluta y en el que la voluntad de lucro y el afán de poder ponen al hombre al servicio de la implacable máquina económica y no al revés. He ahí, en fin, la gran apuesta, más allá de la que solo acecharía la barbarie: alentar las posibilidades de desarrollo humano pleno abiertas por el potencial científico y técnico de nuestros días con vistas a la construcción de una humanidad realmente inclusiva. O lo que es igual, pacificada.
Fuente: http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/31206/Etica_radical_Los_abismos_de_la_actual_civilizacion

ESPAÑA. Madrid. 15 de junio de 2012

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