Maestro Armando G. Lagos Barba. Director Plantel No. 2 Tlaquepaque CECyTEJ.
Maestro José Manuel Jurado Parres. Director Escuela Preparatoria No. 5 UdeG.
En el transcurso de estas “Opiniones”, hemos hecho una reseña de la importancia que -empezando en la cultura griega y después en otras que han dejado huella en la humanidad- le han otorgado a la inculcación de valores. Los valores y su efecto práctico, la conducta virtuosa, son un termómetro para determinar la salud de una sociedad.

Aristóteles argumentaba que no podía existir un Estado sano si su población estaba enferma, vacía de valores. La inculcación de valores no es responsabilidad de un área de influencia en la vida del ciudadano: en ello participa la familia, el sistema de educación formal, los medios masivos de comunicación (radio, TV, Internet) y desde luego, el Estado.

Sin embargo, tenemos que aceptar que aunque la mejor raigambre de los valores se da en la edad más temprana, iniciando entre los seis y siete años, de acuerdo a Aristóteles, deben ser reforzados en la edad adulta por la repetición, el hábito, el ejemplo y su vigencia en la cotidianidad.

La vigencia en la cotidianidad tiene especial relevancia en nuestros días de fuerte efervescencia política. ¿Cuál es la imagen que presentan ante la comunidad los diferentes participantes políticos? ¿Proyectan una personalidad con valores? Es indudable el papel que juegan los políticos como imagen referente de lo que es un ciudadano ejemplar, un ejemplo a seguir.

Aristóteles en “Política” Libro Ocho, aproximadamente en el año 350 aC, inicia la Parte 1 con esta afirmación: “Nadie debe dudar que el legislador debe dirigir su atención -sobre todas las cosas- a la educación de la juventud, ya que el descuido en la educación daña la constitución social”. De tal forma que quien viva en la democracia necesita ser un creyente y defensor de los principios democráticos.

En la Parte 3 de su mismo ensayo, lo dedica a los valores excelsos relacionados con la sublime sensibilidad de las Bellas Artes, especialmente en relación con la educación musical. La capacidad de la apreciación de la música es vital para disfrutar el ocio (o la sublime sensación de no hacer nada, a diferencia de la simple pérdida de tiempo). El disfrute del ocio es un valor necesario para tener la profunda experiencia del placer y la felicidad. Así, las personas constantemente ocupadas en el trabajo no tienen tiempo para el ocio y sus beneficios. El placer debe emerger de las fuentes más nobles del hombre: la felicidad debe ser el objetivo del hombre. Solamente los virtuosos, en el sentido aristotélico, lo pueden lograr. El objetivo es alcanzar un “ocio utilizado en una actividad intelectual placentera”. Aristóteles consideraba que la educación para los negocios era en verdad necesaria, pero de importancia secundaria.

Así, aparte de los valores que implican un rigor intelectual, carácter y fuerza de voluntad como la justicia, la templanza, la equidad y la tolerancia, Aristóteles considera otros valores como el placer del deporte y el placer de las Bellas Artes como valores indispensables para lograr un Estado sano.

Todo evoluciona; las sociedades evolucionan, los conceptos sociales evolucionan, las relaciones interpersonales evolucionan, incluso los valores han ido evolucionando. Sin embargo, hay valores que tienen una validez atemporal y hay que aprender de los grandes maestros de la antigüedad: el joven que haga deporte, difícil será que ensucie el templo de su cuerpo con drogas; el joven que cargue un estuche de algún instrumento musical, difícilmente cargará el estuche de un arma larga. Éstos son los valores fundamentales de una sociedad sana.

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Fuente: http://www.oem.com.mx/eloccidental/notas/n2399810.htm

MEXICO. 25 de enero de 2012