Las palabras de Nietzsche

Es Doctora en Filosofía, profesora titular de Antropología Filosófica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.
La escandalosa frase que Nietzsche lanzara contra Occidente en el siglo XIX todavía resuena. Con ella removió los cimientos de nuestra cultura y alertó sobre las atrocidades del siglo XX -guerras, muerte, genocidio- y el aparente silencio de Dios. ¿Cómo debemos interpretar esa frase? ¿Qué lugar le dan hoy a Dios el filósofo Gianni Vattimo y el científico Stephen Hawking?


“La transfiguración de Cristo”, una famosa obra de Raffaello Sanzio, de 1520.
“¿Dónde está Dios? -gritó-, ¡os lo diré!- ¡Nosotros lo hemos matado -vosotros y yo! […] ¿cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hicimos al soltar esta tierra de su sol?” (F. Nietzsche)

Si bien a menudo las palabras de Nietzche (“Dios ha muerto”) fueron mal interpretadas, pocos se atrevieron a negar el carácter visionario y profético de ellas. Anuncia el fin de la cultura occidental y cristiana tal como la conocíamos: racionalista, autoritaria y en la que Dios era una posibilidad lógica abstracta, una idea, más que un acto de fe. La antigua alianza entre la Iglesia y el Estado -que comenzó en la Roma de Constantino y permitió el dominio del mundo occidental-, mostraba a lo largo de los siglos un rostro de poder institucional que había alejado al creyente del Dios de los desamparados, de los humildes, de los desposeídos, y desdibujó la figura doliente de Cristo. La crítica nietzscheana señalaba a las instituciones, no al Dios del amor. La muerte de Dios vaticinada por él anuncia el fin de aquel sistema de valores en decadencia lo que, a su vez, hizo posible el inicio de un potente secularismo.

En ese clima espiritual, en medio del descreimiento reinante, de escepticismos favorecidos por la exacerbación de la razón como enemiga de la fe, comenzaron a florecer -a fines del siglo XX- filosofías de la contingencia -mis creencias valen tanto como las del otro-; del pensamiento débil; filosofías reacias a los absolutos, conscientes de su precariedad, enemigas de la concentración del poder -ni en el Estado ni en la Iglesia-; respetuosas de la pluralidad y la justicia. Filosofías que fueron recibidas con desconfianza y miradas de reojo por oscurantistas; sospechadas de ateísmo por los creyentes.

Fueron tiempos duros, desconcertantes; Occidente se quedó con las manos vacías y lo que advenía era incierto y cuestionable. Dos paradojas señalan este momento: el que fuera Nietzsche quien limpiara el sendero de hipocresías y las falsas posiciones de fe -quizás con demasiada violencia- y que, el cataclismo provocado por él hiciera posible el renacimiento de la religión -una utopía-, luego del reinado del secularismo.

Consecuencias paradójicas

En un libro reciente, dos filósofos -Gianni Vattimo y John Caputo1- investigan sobre las modalidades que ha tomado la religión hoy, Después de la muerte de Dios (ese es el título del libro).

La religión es un fenómeno social y como tal sufre transformaciones propias del carácter temporal e histórico de las culturas a las que pertenece. Lo que parecía imposible en aquel momento de secularismo sucedió: la auténtica religiosidad regresaba. El “Dios ha muerto” hizo posible que Dios viva y, lo más sorprendente, es que contribuyeron a ello aquellas filosofías de la “crisis de la metafísica” y de la “incerteza”.

Estos autores hablan de la aparición de una “teología de la debilidad” -adecuada a la condición sufriente y frágil del hombre mismo- que, apoyada en este pensamiento no autoritario, sin dueños de la verdad, desarticula, por su propia estructura, las poderosas razones del ateísmo y del rechazo racionalista de la religión.

Esta nueva reflexión abre un espacio promisorio que hará posible el retorno de la religiosidad. Fue necesaria la muerte del Dios de los filósofos -una idea- para que renaciera el Dios de la encarnación, de la esperanza y del misterio. Estos tiempos aciagos revelan que la muerte de Dios no sólo hizo posible el retorno de la religiosidad, sino también viable y deseable una sociedad democrática y tolerante.

Aunque resulte una paradoja más, la corriente de la filosofía contemporánea a la que pertenecen Vattimo y Caputo, y a la que podemos agregar a Richard Rorty -y a un amplio movimiento teológico en la misma dirección-, líderes de la libertad, la tolerancia, el respeto a las ideas diferentes, entusiasta de la democracia, es la que abrirá los caminos -como lo hizo Nietzsche en su momento- al retorno de una tradición religiosa, ya sea judía, musulmana o cristiana. Esta filosofía a la que se creyó relativista, atea, individualista y enemiga de toda fe; a la que se condenó por su crítica de las verdades absolutas y por polemizar con la metafísica tradicional y la moral rígida, promete ser la condición de posibilidad para que se cumpla la promesa del regreso de un Dios del amor para todos los hombres con justicia y misericordia.

Sin tolerancia y libertad, no hay religión del amor, pero tampoco la hay sin una gota de locura que permite creer en un Dios que, siendo todopoderoso, haya sido crucificado y humillado. La religión -tan antigua como el hombre- ha vuelto con otro rostro. Pablo dice en I Corintios, 1, 19: “Destruiré la sabiduría de los sabios y desecharé la prudencia de los prudentes”; quizás algo parecido quiso decir Nietzsche: destruir el poder de los poderosos para dar lugar a una sensibilidad religiosa transformada y auténtica.

Nota:

1) Gianni Vattimo, John Caputo: Después de la muerte de Dios. Conversaciones sobre religión, política y cultura, Paidós, Bs. As., 2010.

Fuente: http://www.lagaceta.com.ar/nota/426710/LA-GACETA-Literaria/Dios-ha-muerto.html

ARGENTINA. Tucumán. 20 de marzo de 2011

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