Stephen Hawking y Leonard Mlodinow: El gran diseño

Stephen Hawking y Leonard Mlodinow escriben este publicitado y fascinante libro de divulgación científica con la intención de desvelar “el misterio de la creación”. Para ello tratan de dar respuesta, mediante las leyes de la física, a las principales cuestiones que puede hacerse el ser humano: ¿Por qué existe el universo? ¿Por qué razón hay algo en lugar de nada? ¿Por qué existimos nosotros? ¿Necesita el universo un creador?


La esclerosis, diagnosticada a los 21 años, no le ha impedido a Stephen Hawking convertirse en un aclamado cosmólogo, y obtener un reconocimiento mundial por sus trabajos sobre el Big Bang y los agujeros negros. Su labor divulgativa se ha extendido por numerosos libros como Historia del tiempo o El universo en una cáscara de nuez. Leonard Mlodinow, doctor en Física por la Universidad de California, también ha contribuido a la divulgación de semejante disciplina a través de obras como El arcoíris de Feynman, donde describe su relación con el también genial físico, o El andar del borracho, en el que estudia el papel del azar en nuestra vida diaria.

Ambos se embarcan en un largo y difícil viaje, con la idea de alcanzar un destino científico entre las olas de la incertidumbre. En su ruta llevan una nueva teoría, la teoría “M”, que si llegase a ser verificada por las observaciones resolvería las “cuestiones últimas”. La respuesta al origen del universo vendría dada por las fluctuaciones cuánticas, que crearían diminutos universos a partir de la nada: “Nuestra imagen de la creación cuántica espontánea del universo es entonces algo parecida a la formación de burbujas de vapor en agua hirviente. Aparecen muchas burbujas diminutas, que vuelven a desaparecer rápidamente (…) Sin embargo, unas pocas de esas burbujas crecerán lo suficiente para no volverse a colapsar (…) Esas burbujas corresponden a universos que empiezan expandiéndose a un ritmo cada vez más rápido, en un estado de inflación”.

De este creación física ex nihilo se generarían universos, galaxias, estrellas y, al menos en uno de ellos, seres como nosotros. Aquí reside la controversia del trabajo de Hawking y Mlodinow; no es necesario acudir a un creador para explicar el origen del mundo. Como cosmólogos brillantes, relatan de qué modo el fino ajuste de las leyes de la física, y una serie permanente de intrigantes coincidencias en detalles precisos, dan lugar a todo un universo. Algunos pueden quedar sorprendidos por el desarrollo autónomo de la estructura del mundo, pero aquí las leyes de la física pueden moverse en el terreno de las observaciones y validaciones empíricas. Pero al enunciar algo así como “la nada”, entramos en un problema físico en sí, y por lo tanto en un problema “no físico”.

La teoría “M”, la teoría unificada que Einstein esperaba hallar, es sólo una hipótesis teórica que aspira a convertirse en ciencia, según la epistemología que Hawking define como “realismo dependiente del modelo”. No obstante, la verdadera cuestión no reside en si el modelo científico cumplirá las expectativas, y no será desechado como debe desecharse la mecánica newtoniana para el estudio de objetos con determinadas dimensiones. El problema son las preguntas sin fin que se suceden si lo que aparece en el origen es algo así como una nada cuántica. Donde hay nada, no hay física, no hay fluctuaciones cuánticas. Si hay algo, por cuántico que sea, ¿cuál es su origen?

Un referente en la historia de la fundamentación de la ciencia, el viejo Kant, puede ser útil para estudiar la posibilidad de transitar físicamente ciertos caminos. Con Kant se dejó claro que el entendimiento no puede legislar sobre otra cosa que no sea la experiencia, donde el científico aplica sus construcciones conceptuales, sus modelos. El camino de la ciencia queda entonces despejado de las “dialécticas” paradojas de la metafísica, abriéndose también un espacio para la metafísica misma, es decir, un espacio para lo incondicionado, lo incognoscible, lo noumenal.
Al tratar de explicar el nacimiento del mundo de la nada, mediante las leyes de la física, parece falsearse la noción de “nada”. Si en el origen del mundo hay una ausencia, la transición del no ser, de la ausencia, al ser mediante las leyes de la física se revela una antinomia, de esas que aparecían en el espeso ladrillo de Kant. Pues si “hay nada”, no hay leyes físicas y, si hay leyes físicas, la nada desaparece, llevándonos a preguntar de nuevo por el origen de tales leyes.

Parecería más bien que, ante determinadas cuestiones, nos instalamos en la paradoja, en un bucle de diferencias sin solución en el que apostar por una u otra es un juego —podemos añadir— del lenguaje, pero lejos del conocimiento científico. Pregunta paradójica que nos lleva a un movimiento conceptual sin fin y a una indecisión irresoluble; entrar en la pregunta del origen desdobla ya el origen mismo; siendo éste segundo, respecto a un primer origen, siempre desplazado.

No obstante, tampoco nos parece dejar muy claras las cosas la hipótesis de un universo infinito, que algunos también se atreven a plantear. Un universo infinito, un todo sin origen ni fin, recordaría más bien a Hegel cuando al pensar el puro Ser, el Todo indeterminado, alcanza también la pura Nada en su movimiento. Y vuelta a empezar. La ciencia, en estas latitudes, se convierte en movimiento eterno del pensamiento que quiere conocer lo que está vedado y sólo puede pensar un bucle de diferencias sin fin. Ese ejercicio del pensamiento tiene también otros nombres: filosofía, poesía o fe.

Stephen Hawking y Leonard Mlodinow: El gran diseño
Traducción de David Jou Mirabent.
Crítica.
Barcelona,
2010.
240 páginas.
21,90 €
Fuente: http://www.elimparcial.es/libros/stephen-hawking-y-leonard-mlodinow-el-gran-diseno–77554.html

SPAIN. 22 de enero de 2011

4 comentarios Stephen Hawking y Leonard Mlodinow: El gran diseño

  1. Ron Krumpos

    In “The Grand Design” Stephen Hawking postulates that the M-theory may be the Holy Grail of physics…the Grand Unified Theory which Einstein had tried to formulate but never completed. It expands on quantum mechanics and string theories.

    In my e-book on comparative mysticism is a quote by Albert Einstein: “…most beautiful and profound emotion we can experience is the sensation of the mystical. It is the sower of all true science. To know that what is impenetrable to us really exists, manifesting itself as the highest wisdom and most radiant beauty – which our dull faculties can comprehend only in their primitive form – this knowledge, this feeling, is at the center of all religion.”

    E=mc², Einstein’s Special Theory of Relativity, is probably the best known scientific equation. I revised it to help better understand the relationship between divine Essence (Spirit), matter (mass/energy: visible/dark) and consciousness (f(x) raised to its greatest power). Unlike the speed of light, which is a constant, there are no exact measurements for consciousness. In this hypothetical formula, basic consciousness may be of insects, to the second power of animals and to the third power the rational mind of humans. The fourth power is suprarational consciousness of mystics, when they intuit the divine essence in perceived matter. This was a convenient analogy, but there cannot be a divine formula.

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  2. JM

    ANTONIO ÁLAMOS OLMOS,| PROFESOR DE FILOSOFÍA, escribe en larioja.com:

    El gran diseño
    «Las incursiones de los científicos en teología o filosofía pueden ser embarazosamente ingenuas o dogmáticas», asegura Martin Rees

    En la obra de ese título, Stephen Hawking asegura que la filosofía ha muerto y que la ciencia debe tomar su relevo a la hora de tratar de responder a las grandes preguntas que desde siempre han preocupado al hombre. Se propone ofrecer respuestas a cuestiones trascendentes. ¿Por qué existe algo en lugar de no haber nada? ¿De dónde viene todo lo que nos rodea? ¿Necesitó el universo un creador? ¿Por qué precisamente este conjunto de leyes y no otro? ¿Cuál es la naturaleza de la realidad? Convertir la física en metafísica es una vieja aspiración de Hawking; pero en otras ocasiones se mostró más cauto y más sensible a las limitaciones del método científico. «El método usual de la ciencia de construir un modelo matemático no puede responder a las preguntas de por qué debe haber un universo que sea descrito por el modelo», escribía en la ‘Historia del tiempo’. Si bien, ya en esa obra, le acechaba el peligro de quedar atrapado en su mundo de ecuaciones y, ofuscado por el realismo de los conceptos, sucumbir a la tentación de dar el salto ontológico, de transitar de las nociones a la realidad, al modo como Descartes confecciona una discutida prueba de la existencia de Dios
    Hawking siempre se ha mostrado ambiguo y vacilante a la hora de interpretar la naturaleza de los modelos cosmológicos. Unas veces los considera simplemente como un útil instrumento de cálculo, cómodos para la descripción abreviada de la realidad: «Una teoría científica es justamente un modelo matemático que construimos para describir nuestras observaciones: existe únicamente en nuestras mentes» (Hª t. 185). Lo que importa es que descripción sea útil. Otras, en cambio, adopta una visión realista e intenta extraer de su modelo consecuencias que afectan al universo existente: «Pero si el universo es realmente autocontenido, si no tiene ninguna frontera o borde, no tendría principio ni final; simplemente sería. ¿Qué lugar queda, entonces, para un creador?» (ib. 187). En la obra escrita en colaboración con L. Mlodinow, adopta un «realismo dependiente del modelo»: un modelo bien construido crea su propia realidad, los distintos componentes existen en una teoría que concuerda con nuestras observaciones. «Carece de sentido preguntar si un modelo es real o no; sólo tiene sentido preguntar si concuerda o no con las observaciones» (GrD. 54). No ignora que dos teorías incompatibles entre sí pueden llegar cada una de ellas a conclusiones acordes con los datos observados, y pasa por alto el hecho, no precisamente intrascendente, de que de las teorías que él emplea no se ha podido deducir fenómeno alguno comprobable en la experiencia. A pesar de ello, pretende sacar conclusiones con valor metafísico, válidas para el universo real. «Como hay una ley como la de la gravedad, el universo pude ser y será creado de la nada». «La creación espontánea es la razón por la cual existe el universo» (ib. 203).
    La explicación puede sorprendernos. En un modelo que describa un mundo continuo, la energía total debe permanecer constante; en ese universo no pueden surgir de la nada cuerpos aislados, porque éstos tienen energía positiva y, al aparecer, alterarían la energía total del sistema. Pero, en cambio, ¡pueden brotar de la nada universos enteros!, porque la energía gravitatoria, que es negativa, contrarresta exactamente la energía positiva necesaria para crear la materia. O sea, que no hace falta poder alguno para crear cuerpos y gravedad, porque en conjunto son cero de energía, no son nada. Nos recuerda la curiosa argumentación del químico P. W. Atkins: del mismo modo que 1 y -1 es igual a 0, así a la inversa, la nada se divide en opuestos extremadamente simples y ¡crea el universo!
    En los primeros tiempos de la cosmología científica, los físicos no se tomaban demasiado en serio sus modelos matemáticos, les costaba creer que dijeran algo sobre el universo real. Hoy, para algunos, la situación ha cambiado; juegan a demiurgo creador, piensan que su sistema de ecuaciones es tan elaborado que puede causar su propia existencia. No advierten que las ecuaciones siempre llegan tarde; suponen el trabajo de un físico que, asentado en un universo ya existente, trata de comprenderlo. «Las incursiones de los científicos en teología o filosofía pueden ser embarazosamente ingenuas o dogmáticas», asegura el astrofísico de Cambrige Martin Rees.

    http://www.larioja.com/v/20110129/opinion/gran-diseno-20110129.html

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  3. JM

    RAFAEL CANOMANUEL escribe en elimparcial.es :

    Stephen Hawking y su nueva filosofía

    Yo tenía al Dr. Stephen Hawking por cosmólogo, físico y matemático, probablemente uno de los más grandes del momento, pero, lo que no sabía es que su pensamiento científico había comenzado a apoyarse en términos y métodos filosóficos. Su comentada teoría en (El gran diseño) en la que dice que: El universo podría explicarse sin la necesidad de un dios o un creador, nos ha cogido a todos los que le conocemos y seguimos su trabajo por sorpresa. Criticar a un sabio como él, es algo complicado, pero cuando este abandona su terreno puramente científico, y se adentra, no sabemos si por despecho o ignorancia, en otras ciencias menores, el genio se nos muestra mucho más vulnerable.

    Hace unos 25 años, tuve la oportunidad de entrevistarme con él. Fue en el antiguo hotel Luz Palacio de la madrileña castellana. En aquel entonces, no era un personaje tan conocido, había venido a dar unas conferencias y a buscar editor para su libro – La historia del tiempo – . Allí estuve desayunando a solas con él y la enfermera que más tarde se convertiría en su mujer. Fue muy interesante para mí y pude darme cuenta de su gran talla intelectual.

    Entonces su enfermedad estaba bastante avanzada ya, la enfermedad de Lou Gehrig, un tipo de esclerosis lateral amiotrofia que lo mantenía prácticamente paralizado permitiéndole solamente mover los ojos, parte de los labios, la boca y algunos dedos de la mano. Una enfermedad sin duda terrible, casi desconocida que padecía desde su juventud y por la que solo le habían dado unos pocos años de vida. Pero, por increíble que pareciera, unos escasos apoyos técnicos le permitían comunicarse no sin algunas dificultades. Sentado en su silla de ruedas, frente a su computadora, su mano, podía mover un ratón con el que seleccionaba las palabras que luego el sintetizador de la maquina repetía con voz lúgubre y mecánica.

    Fue una experiencia impresionante porque, entonces las computadoras todavía no estaban tan desarrolladas como ahora. La enfermera le daba de comer como si de un niño se tratara, desayuno inglés, huevos con bacón y alubias. La inexpresividad de su rostro podría conferir a la escena un aspecto, siniestro, quizás mejor tétrico como si de una película de ciencia ficción se tratara, pero, a pesar de ello, el conjunto irradiaba una atmosfera simpática y familiar, y el hombre, pese a su aspecto, se mostraba cercano.

    Intercambiamos alguna información; él me pregunto si conocía a algún editor para su libro y me invito a visitarle en Inglaterra. Yo le respondí que intentaría conseguirle alguno, ya que mi padre, también físico, acababa de traducir un libro sobre guerra electrónica del italiano al español y tenía algunos contactos. Desafortunadamente no lo logramos; en España, desgraciadamente, la capacidad de los editores suele ser ajena a la genialidad de los autores. Luego, ese libro — La historia del tiempo — alcanzo un éxito, sin precedentes en todo el mundo y fue el que finalmente lanzó a su autor a la fama y el reconocimiento internacional.

    Pero, a mí me interesaban otras cosas de él y, ya acabando el desayuno, conseguí preguntarle algo que a mí me importaba mucho. Intentaré reproducirlo aquí con detalle, no sin decir que casi siempre, antes de haber acabado la pregunta, él empezaba a mover el ratón buscando la respuesta, su rapidez mental era poco menos que asombrosa. Sus ojos escrutaban a su interlocutor, en este caso yo, y parecía que adivinada lo que este estaba intentando decirle, antes de que hubiera acabado de formular la pregunta:

    RC – Estimado profesor, ¿usted que es uno de los grandes conocedores de la inmensidad y la perfección del universo; piensa que el ser humano, como parte de él…. es también perfecto?

    Sus dedos se empezaron a mover inmediatamente fijando las letras que formaron rápidamente la respuesta, en este caso otra pregunta que, una vez formada la frase, contestaba el sintetizador de la computadora:

    SH – What do you think? ( ¿Que cree usted? )

    Yo, recuerdo que pensé un poco la contestación por miedo a que se molestara, decirle algo así a alguien con su terrible enfermedad podría, sin duda ser muy duro, pero después de pensármelo unos segundos, decidí hacerlo:

    RC — I think so ( Yo creo que si )

    Esta vez, sus dedos ya no se movieron tan deprisa, por un momento pensé que no le habría gustado mi contestación, pero me interesaba su reacción. Note como me escrutaba con la mirada quizás algo molesto pero, al cabo de unos segundos, su mano empezó a moverse, si bien esta vez muy lentamente contestando:

    SH — May be you are right ( Quizás tenga usted razón )

    Espere un rato por si quería ampliar su contestación, pero no lo hizo. Continuamos “conversando” sobre otros temas y acabamos más tarde despidiéndonos amigablemente.

    Todavía hoy tengo mis dudas sobre cuáles fueron sus autenticas intenciones con aquella respuesta, pero mis conclusiones no concuerdan con su nueva filosofía expresada en su obra – El gran diseño — Y, aunque solo coautor de la misma, verdaderamente, pienso que lo que ahí se dice, no encaja con la personalidad, el estilo y la obra del Doctor Stephen Hawking, o por lo menos lo que yo pensaba sobre él. No creo que un científico puro como él, pueda querer obtener unos resultados partiendo de unas premisas filosóficas preconcebidas. Pienso que son las investigaciones y los resultados los que nos deben llevar a las conclusiones, acertadas o no.

    Decir que el universo puede explicarse sin la necesidad de un dios o un creador, es afirmar algo que no se puede demostrar y, por consiguiente algo que no tiene nada que ver, ni con la ciencia, ni con los métodos que esta utiliza para obtener respuestas o resultados.

    Esa afirmación es más propia de un filosofo antirreligioso que de un científico de la talla del Dr. Hawking. Espero tener alguna vez la oportunidad de volver a verle para que me lo aclare, pero, de momento no puedo admitir que haya dicho algo semejante y, como de sabios es rectificar, yo desearía que él, como sin duda el sabio que es, lo haga, y lo haga convencido de ello.

    Espero que siga investigando el universo y sus leyes y que si atraves de ellas descubre algo, nos lo cuente, pero que no saque conclusiones antes de poder presentarnos el método científico por el que las ha obtenido. Y, si, como muchos investigadores llega a la conclusión de la imposibilidad de obtenerlas, entonces, entendería que abandonara la ciencia y se pasara a la filosofía.

    Estimado Doctor, traduciré este pequeño artículo y se lo mandaré por si me contesta aunque intentare volver a verle algún día. Deseo que siga usted muchos años todavía con vida en contra de todas las predicciones y que pueda contarnos como lo ha conseguido. Pero, tengo que decirle, que si verdaderamente sus conclusiones filosóficas fueran ciertas, las mías estarían equivocadas. Lo que nosotros hablamos y lo que usted me respondió, no encaja con lo que está diciendo ahora. Yo, después de aquel encuentro con usted, descubrí en su imperfección la perfección, por eso, me es difícil aceptar las conclusiones a las que usted ha llegado. Ahora me da pena pensar que quizás su increíble cerebro haya llegado al punto de la extenuación impidiéndole avanzar hacia una comprensión más metódica o que haya llegado a la conclusión de su incapacidad para obtener respuestas. Pero, no por ello debe claudicar.

    Mírese Dr. Hawking al espejo y en el verá usted el diseño de un Diseñador que dice usted que no existe. En el verá usted a Dios, porque en su imperfección y su perfección tiene usted una muestra viva de la verdadera naturaleza del diseño de la divinidad. Déjeme que le diga que yo creo que usted nunca va a encontrar a Dios, porque, por mucho que lo busque, no se puede encontrar lo que no se ha perdido. Porque Dios lo es todo y está en todas partes, Dios no ha sido ni será, Dios solo Es. Ni tiene límites, ni tuvo principio, ni tendrá fin.

    El universo, y usted con el son obra de Dios, esto no es una afirmación filosófica sino una realidad científica, porque usted forma también parte de la creación o, como usted dice, del diseño. Pero, si hay un diseño, debe haber un diseñador, las leyes físicas pueden explicar el diseño, y, porque no, quizás también el diseñador. La casualidad no puede explicar el diseño, las leyes existentes en el mismo sí. Quizás, con la capacidad de nuestros cerebros, ahora no podamos explicarlo, aunque si intuirlo.

    Sabemos que nuestro cerebro está en plena evolución y cada vez se desarrolla más y, a lo mejor, llegara el día en que podamos comprender lo que ahora nos es incomprensible. Quizás el Diseñador lo haya diseñado así. Usted, es sin duda, un adelantado, su enfermedad le ha permitido desarrollar uncerebro superior. Es usted un claro ejemplo de un buen diseño, un diseño que funciona en piloto automático, y lo que quita por un lado lo da por otro; un diseño perfecto del que nada ni nadie puede escapar.

    Dios no tiene principio, ni tendrá fin. Dios está en todas partes porque todas las partes son Dios. Las maravillas que usted conoce muy bien y las imperfecciones de las que usted es vivo reflejo, son junto a las leyes de la física las que conforman un Ser único, sin duda un gran diseño; un diseño del que formamos parte todos, toda la materia existente, cada partícula del universo es parte de una creación divina que es ella misma.

    Todavía no tenemos la capacidad de entender esto, pero no por ello debemos negarlo, tenemos que seguir intentando encontrar una explicación racional al misterio y si no lo logramos, debemos dejarlo como tal. ¿Puede ser que el diseño, no tenga un diseñador o que el diseñador sea el mismo diseño? Sería extraño porque, si hay algo cierto es que tanto usted Dr. Hawking, como yo, o como cualquier partícula del universo, formamos parte de ese diseño, somos parte del Diseñador y, por consiguiente, somos también en cierta forma, diseñadores.
    Si es así, es porque así debe ser.

    De momento querido y admirado Dr. Hawking, permítame que le diga, que no se puede afirmar algo sin poder demostrarlo fehacientemente, sobre todo un científico como usted. Usted, que es, para mí, un claro ejemplo de la perfección del diseño y su Diseñador. Usted que lleva desafiando con su enfermedad las ciencias médicas. Usted al que ese Diseñador en el que no cree le ha concedido un cerebro prodigioso, compensándole de su terrible enfermedad, permitiéndole así, traspasando los límites de la comprensión humana, acercarse más a El. Usted, es para mí, un claro ejemplo de la perfección de ese Diseñador al que llamamos Dios. Usted no puede negar su existencia, ni decir que las leyes de la física actúan por si solas y que el Big-Bang no es sino un producto inevitable de tales leyes.
    Yo no puedo admitir esa afirmación y, es más, no creo que usted la haya hecho. Solo aceptaría que dijera que de momento sigue buscando. Lo que ahora nos parece caótico quizás mañana este muy cerca de un orden sobrenatural incompresible de momento para nosotros, porque las leyes de la física actúan igual en el caos como en el orden. Vuelva a mirarse al espejo, ahí puede ver un claro ejemplo de caos, imperfección, orden, genialidad.. etc.etc y todas las leyes están también ahí.

    Usted, más dedicado al macrocosmos, habrá encontrado agujeros negros, agujeros de gusano, galaxias infinitas, supernovas, o estará intentando explicar el Big-Bang pero sigue sin encontrar los límites. Usted, sigue buscando un creador, pero no lo ha encontrado y no por ello debe afirmar que no lo hay. Otros han estudiado más a fondo el microcosmos y siguen tan perdidos como usted. Tan grande es el uno como el otro y por el uno quizás se pueda llegar al otro. La polaridad, la simetría, la gravedad son también junto a otras leyes físicas las que conforman el universo conocido.

    Todo querido profesor es lo mismo y tan grande es por arriba como por abajo, porque, cada uno de nosotros, cada partícula del universo, que es infinito mientras no se demuestre lo contrario, es el centro del mismo.
    Siga usted investigando, querido profesor y deslumbrándonos con nuevos descubrimientos, pero deje los dogmas de fe para las religiones y las iglesias. Usted no es ningún filósofo, usted es un investigador, un científico, profundo conocedor de las leyes matemáticas y físicas que rigen el universo. Siga usted buscando mientras pueda, siga usted buscando los límites y las leyes. Busque al Diseñador y cuando lo encuentre nos lo cuenta, mientras no lo haga es que no lo ha logrado, continúe buscando.

    Quizás yo esté equivocado, pero creo que usted no lo va a encontrar nunca, lo que no significa que no lo haya, porque; le repito otra vez, que no se puede encontrar lo que no se ha perdido y Dios no se puedeperder porque solo existe El. No se ha perdido nunca porque El nunca ha sido.

    Como usted dice, el tiempo puede tener historia, puede estar sujeto a las leyes físicas del diseño pero el Diseñador no la tiene, porque Dios nunca ha sido ni será solamente Es.

    Quien quiera creer que crea y quien no………que siga buscando.
    Para contactar con el autor: [email protected]

    Fuente: http://www.elimparcial.es/ciencia/stephen-hawking-y-su-nueva-filosofia-78769.html

    SPAIN. 12 de febrero de 2011

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