Entrevista con el organizador de un congreso sobre el filósofo francés, Juan Carlos Moreno Romo
Jean-Luc Marion (Meudon, 1946) no sólo se ha convertido en uno de los más grandes filósofos franceses, sino que destaca por recuperar la apertura trascedente para la filosofía, aunando el pensamiento filosófico con la religión.
Tras los simposios internacionales “Ortega pensador”, “Unamuno y nosotros”, y “Descartes y nuestra modernidad”, la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro, con el apoyo del Cuerpo Académico y la Red de Investigación de Estudios Cruzados sobre la Modernidad, junto con el doctor y filósofo católico Juan Carlos Moreno Romo, están convocando, para la semana que va del 15 al 19 de noviembre próximos, al simposio internacional “Jean-Luc Marion: el don de una tradición, y de un futuro para el pensamiento”.
El simposio sobre Marion, que en la actualidad, divide su tarea docente entre la Universidad de Chicago y la Universidad Paris IV (Sorbona), está también avalado por el Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV) y por El Observador.
Conversamos con el organizador del encuentro sobre Marion, Juan Carlos Moreno Romo.
– ¿Quién es Jean-Luc Marion, y por qué dedicarle, en Querétaro, un simposio internacional?
-Juan Carlos Moreno Romo. Jean-Luc Marion es sin duda uno de los filósofos vivos más sólidos y más importantes, y también, y sobre todo, uno de los más esperanzadores. Uno de esos pocos que, como su coetáneo Jean-Luc Nancy, nos abren el horizonte ahí mismo donde la gran mayoría de los herederos de la filosofía de estos últimos dos siglos nos lo cierran…
-Tú le dedicaste a este último un estudio titulado precisamente “El horizonte a lo lejos”. ¿Qué es lo que nos cierra entonces los horizontes de la filosofía, y por qué hace falta que alguien nos los abra?
-Juan Carlos Moreno Romo. Después de Kant y el modernismo, y después, particularmente, de un filósofo tan extrañamente popular como Friedrich Nietzsche, el profeta de la llamada “muerte de Dios”, el muy influyente Martin Heidegger vino y profetizó la “muerte de la filosofía”, y a estas muertes se fueron sucediendo muchas otras, en el harto sombrío pensamiento de las últimas décadas: la “muerte del Hombre”, la “muerte de las ideologías”, el “final de la Historia”, el “crepúsculo del deber”, etcétera.
Para provocarlos, a mis jóvenes estudiantes les comparo su llegada a la filosofía con la imagen que utilizaba Octavio Paz para describir nuestra llegada, como mexicanos, al banquete de la Historia: tarde, cuando ya están recogiéndolo todo y no queda nada para compartir. Cuando ya se acabó la fiesta. Jean-Luc Nancy es uno de los muy pocos que, desde dentro de esa misma tradición que se remonta a Heidegger y a Nietzsche (acaso, diría Aranguren, por su talante católico), logra mirar las cosas con verdadero optimismo, y con la convicción de que hay muchas otras fiestas en las que todavía podemos participar.
-Pero, volviendo al otro Jean-Luc Marion…
– Juan Carlos Moreno Romo. Es un nombre muy común entre los franceses. “Juan Lucas”, sin duda en honor de los dos evangelistas… Jean-Luc Marion, como lo indica el subtítulo del simposio al que estamos convocando, nos ayuda a romper el encierro, o la famosa y harto sombría “inmanencia” de eso que también llaman el “final de la metafísica”, y que en el fondo no es sino el final del racionalismo, y sobre todo del muy muy provinciano idealismo alemán.
Marion contribuye de manera decisiva, como filósofo e historiador de la filosofía, en primer lugar, a devolvernos plenamente a nuestra verdadera, y amplia, y abierta tradición filosófica, harto encorsetada por esa filosofía de la historia que los alemanes llevaron a su paroxismo.
Yo lo escuché por primera vez en Estrasburgo, en la época precisamente en la que Jean-Luc Nancy y Philippe Lacoue-Labarthe marcaban la pauta de lo que se pensaba y lo que se debatía en aquella universidad, y en la que inevitablemente Heidegger y Nietzsche campeaban detrás de ellos, seduciendo a casi todos sus estudiantes, que venían de diversas partes del mundo.
Se anunció una conferencia suya y fui a conocer y a escuchar al gran especialista en Descartes, y en escasos cuarenta minutos fui testigo de un asombroso despliegue de erudición en torno a todo lo que había significado el término “metafísica” desde Andrónico de Rodas hasta nuestros días, pasando por la tan menospreciada como ignorada escolástica, la española en particular.
El objetivo era claro: al hablar (en el viciado ambiente de las universidades europeas y occidentales de hoy en día, y en las nuestras por añadidura, y hasta en las del Oriente lejano) de la tan mentada como poco pensada “muerte de la metafísica”, ¿a cuál de todas las metafísicas nos deberíamos, o nos podíamos referir?
-Y eso es lo que indica entonces el subtítulo del simposio, cuando habla del “don de una tradición” para el pensamiento filosófico.
– Juan Carlos Moreno Romo. Así es. En su trabajo como historiador de la filosofía, y como especialista en Descartes muy en especial, Jean-Luc Marion hereda ese importante movimiento iniciado por el gran pensador neotomista Étienne Gilson, tendiente a refutar la idea racionalista, ilustrada y cientificista e historicista de un Descartes marcionista -¡perdón por el exceso de etiquetas!- que supuestamente habría roto del todo con el pasado, desarraigándonos de nuestra tradición intelectual y espiritual.
-Tú acabas de publicar un par de libros sobre Descartes. Tu compilación Descartes vivo, del 2007, y en este mismo año tu propio libro Vindicación del cartesianismo radical. ¿Es principalmente en relación a Descartes que te interesas, y nos invitas a todos a interesarnos por la obrade Marion?
– Juan Carlos Moreno Romo. Jean-Luc Marion es una de las autoridades más respetadas a nivel mundial en lo que se refiere al estudio de la obra de Descartes, trabajo importantísimo al que él aporta en particular una muy impresionante, y sobre todo muy pertinente erudición, cual lo ponen de manifiesto sus libros Sobre la ontología gris de Descartes (1975), Sobre la teología blanca de Descartes (1981), Sobre el prisma metafísico de Descartes (1986), y los dos volúmenes de sus Cuestiones cartesianas (1991 y 1996), además de su importante y muy representativa compilación Descartes (2007), pero debo confesar que no es precisamente en Descartes donde mejor me encuentro con su pensamiento. Me explicaré al respecto en el libro colectivo Descartes y nuestra Modernidad, en el que se incluirá precisamente un exigente texto de Marion sobre cómo debe de estudiarse al gran filósofo francés, pertinente, sin duda, pero a mi juicio no del todo cartesiano… Respetando muchísimo el trabajo de Marion a este respecto, y esforzándome en lo que puedo por aprender de él, en la interpretación de Descartes, me siento más cercano a especialistas como Jean-Marie Beyssade, o Denis Kambouchner.
– ¿Y la importancia de Marion entonces? ¿Y la cuestión del “don de un futuro para el pensamiento”?
–Juan Carlos Moreno Romo. Un Descartes liberado del historicismo, y del marcionismo modernos, es ya un futuro nuevamente abierto para la filosofía, y en eso estoy plenamente de acuerdo con Marion, creo. Es, si me permites mencionarlo, lo que yo mismo propongo, aunque desde mi propia perspectiva (en mi opinión algo más cartesiana, y muchísimo menos erudita), en mi libro Vindicación del cartesianismo radical.
El gran estudioso de Descartes, Ferdinand Alquié, de quien Marion fue discípulo y colaborador, decía en los años ochenta que la llamada “muerte de Dios” llevaba inevitablemente a la muerte de la filosofía. Algo muy cercano, precisamente, a lo que expone el Papa Juan Pablo II en su fundamental encíclica Fides et Ratio: una filosofía que renuncia a ocuparse de Dios renuncia a la verdad, y por ende a lo más importante para el hombre y su capacidad de amar, y de conocer, renunciando de ese modo a sí misma.
Sin Dios en el centro de todas sus preocupaciones -y eso lo decía el propio Descartes con toda contundencia y claridad-, no hay verdadera filosofía. Jean-Luc Marion le agrega a esta lucidez cartesiana y cristiana un finísimo conocimiento, precisamente, de la tradición nietzscheana y heideggeriana que se le contrapone, y desde los márgenes o desde los límites de esa filosofía, y sobre todo desde la más lejana y profunda tradición de la teología negativa, nos ofrece (en libros como El ídolo y la distancia, de 1977, o Dios sin el ser, de 1982) una fenomenología del ídolo y del ícono, que le abre a la filosofía un camino para volverse a ocupar de Dios, teniendo una mayor lucidez sobre el peligro, muy real, de hacer del concepto mismo de Dios un ídolo, un “Dios de los filósofos y de los científicos” como ese al que Pascal le oponía su amor, y su vivencia personal del “Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”.
– ¿Estamos hablando entonces de un pensador cristiano?
– Juan Carlos Moreno Romo. Sí, y de uno muy franco, y muy claro con respecto a la profunda solidaridad que existe entre su pensamiento y su fe. Permíteme contar otra anécdota. La segunda vez que coincidí con él fue en un congreso internacional, en Budapest, en el 2006, dedicado al problema de “lo mismo y lo otro”, que es otra manera de hablar del hombre moderno (o del Estado moderno) y de su manía de idolatrar esa proyección cerrada y radicalmente egoísta de sí mismo que se ha llamado Hombre, o Sujeto, y su dificultad fundamental para abrirse a lo otro, o al otro -al prójimo-; es decir, para amar, simple y sencillamente.
En la conferencia magistral que Marion dictó ahí, habló precisamente del erotismo, y del amor como la puerta de salida de ese encierro egoísta, en prolongación de su libro del 2003 sobre El fenómeno erótico.
Un par de días después, en teleconferencia desde París, participó en la mesa redonda que clausuraba el congreso exponiendo, ante colegas de todo el mundo, y en especial de toda Europa, una concepción de nuestra cultura en la que destacaba muy abierta y muy claramente -con el Remi Brague de Europa, la vía romana- la importancia fundamental de sus raíces cristianas, que como sabemos los políticos y los académicos “oficialistas” del viejo continente, en contumaz polémica contra la Iglesia, se empeñaban y se empeñan aún, con cierta virulencia, en negar.
Decir esa verdad en un contexto así es un acto de verdadero valor, y es un muy valioso ejemplo, y un testimonio.
-Que, desde luego, no se quedará tan sólo ahí…
– Juan Carlos Moreno Romo. Marion es un pensador católico que asume abiertamente su catolicismo, y que por otro lado se halla en condiciones de dialogar con el pensamiento contemporáneo desde muy adentro. El último año, en mis cursos, he revisado también, con mis estudiantes, la muy pertinente crítica que de la Modernidad hace el padre Carlos Valverde, de la Universidad Pontificia de Comillas. Es una crítica muy aguda y muy sensata, pero al fin y al cabo exterior, y por lo mismo acaso menos apta para interpelar al “hombre de hoy”, si así queremos llamar al que comparte esa cultura de “vanguardia” que a mí y a muchos de nosotros, como al padre Valverde, simplemente nos deja perplejos, pero que no por ello deja de existir, y de crecer como los desiertos de Nietzsche, siendo incluso la cultura que se supone deben transmitir las Facultades de Filosofía.
Gran conocedor de Nietzsche y Heidegger, y de Hegel, Hölderlin, y todos los pensadores de la “muerte de Dios”, Jean-Luc Marion sostiene por su parte que a esos pensadores no hace falta refutarlos, sino más bien, yendo al encuentro de la falsa idea de Dios que, a veces ellos rechazan; reencontrar, con ellos y con sus muchísimos lectores, el camino por el que podamos ir nuevamente al encuentro del que se da, digamos, en los que él llama los “fenómenos saturados”, y sobre todo en el Verbo y en la Encarnación.
Fuente: http://es.catholic.net/laiglesiahoy/mundoarticulo.phtml?consecutivo=35735
(ZENIT.org-El Observador).
MEXICO. SANTIAGO DE QUERÉTARO. 13 de junio de 2010