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Presentación al libro “Pluralidad de realidades, diversidad de culturas” de la Dra. Mónica Gómez Salazar, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México, 2009
Cuando las culturas mueren
Para los mayas, escribe con delicadeza la autora, el maíz es una planta sagrada que está relacionada con la fertilidad. “El hombre cuida al maíz como cuida su vida, pide por el maíz en las ceremonias sagradas y le da vida al sembrarlo; a cambio, el maíz le da alimento a él y a su familia”.
El libro que presenta Mónica Gómez parte de un hecho que pasa desapercibido para muchos: que hay al menos 62 pueblos indígenas en México. Que cada pueblo tiene su propia lengua y sus propias tradiciones y costumbres. También surge del hecho de que el 30% de la población mexicana se conforma por estas comunidades que desde el siglo XVI luchan por su supervivencia y el derecho de afirmar su cultura. La diversidad de la sociedad mexicana crece aún más si consideramos que el resto de la población no forma una masa uniforme sino que está formada por pequeños grupos que tienen su propia manera de afirmarse y de vivir, en otras palabras, su propia visión de la realidad, su cultura.
¿Pero para qué escribir un libro filosófico sobre este tema? La respuesta de la autora es firme: Porque los miembros de los diferentes pueblos no viven en condiciones de igualdad con respecto a los mexicanos no indígenas. Porque en el ámbito político del Estado mexicano los pueblos indígenas dejaron de existir y con ello perdieron que sus palabras sean escuchadas como relevantes y porque todos ellos han sido silenciados y anulados.
La autora se guía en que “durante décadas el objetivo de la política indigenista en México ha sido eliminar las diferencias culturales fusionándolas en «un solo cuerpo»”. Pero advierte la autora, “esta igualdad absoluta entre ciudadanos es imposible”. También afirma que es absurdo pensar que la igualdad signifique la eliminación de las diferencias, lo que debe buscarse no es la igualdad de pensamientos o costumbres, sino una “igualdad política” en el que la sociedad esté libre de dominación. En la actualidad, señala, “se ignora, se silencia que hay razones válidas que fundamentan el derecho de los pueblos indígenas mexicanos a tener autonomía política”.
Mas no es propósito de la autora fungir meramente como defensora de los indígenas y las minorías en términos políticos, sino que se adentra en un análisis ontoepistemológico que sirve de base para que, partiendo de una reflexión filosófica rigurosa, se fundamenten condiciones de justicia y respeto a la diversidad cultural. La autora indica la necesidad de reformular la manera en que se han entendido los derechos humanos para que estos tomen en cuenta las dimensiones sociales, económicas y culturales con independencia del Estado al que los individuos pertenezcan. Denuncia, también, la manera en que algunas personas siguiendo un criterio capitalista han buscado apropiarse de los conocimientos tradicionales y ancestrales de los pueblos para incorporarlos al mercado y al comercio. “El dinero y las prácticas capitalistas son inapropiados en el contexto de las plantas sagradas. Sin embargo somos testigos de vivir en una época en que las prácticas comerciales predominan y el dinero es monopolizado”.
“Pluralidad de realidades, diversidad de culturas” no sólo es un libro que denuncie las prácticas y las incoherencias políticas que afectan a los indígenas, sino que también es una voz de alerta ante las violentas incursiones de la globalización que pretende homogeneizar a la población mundial, arrancando identidades, “limando” diferencias y moldeando las consciencias. Mónica Gómez enfatiza que los individuos tienen el derecho de cambiar su vida, incluyendo cambiar, por voluntad propia, la comunidad a la que pertenecen. Pero enfatiza que esta libertad sólo es posible en la diversidad cultural. El libro, en ese sentido, es también el apremio a proteger el vastopatrimonio cultural de nuestro país y ¿por qué no? la pluralidad cultural que aún existe en el mundo.
Este problema que Mónica Gómez nos presenta de una manera clara y decisiva, lo sintetiza muy bien Milan Kundera en su libro El arte de la novela cuando afirma que aquel proyecto que intentaba unificar las civilizaciones separadas para crear una única sociedad que alcanzaría al fin la paz. Ha logrado “finalmente, un todo indivisible, pero es la guerra ambulante y perpetua, la que realiza y garantiza esa unidad…La unidad de la humanidad significa: nadie puede escapar a ninguna parte”.
Cuando muere una lengua, dice con nostalgia Miguel León Portilla:
Entonces se cierra
a todos los pueblos del mundo
una ventana,
una puerta.
un asomarse
de modo distinto
a las cosas divinas y humanas,
a cuanto es ser y vida en la tierra.
Mónica Gómez nos recuerda en esa misma línea que cuando las culturas mueren perdemos más libertad. Nos recuerda también que “los mayas para quienes el maíz es una planta sagrada y cuidan de él como cuidan de su vida, no tienen como propósito sembrarlo, cosecharlo y distribuirlo para venderlo como materia prima del etanol”.