El valor filosófico de la obra del rector salmantino es cada vez más reconocido.
El 31 de diciembre de 1936 fallecía en Salamanca el rector de aquella universidad, Miguel de Unamuno y Jugo, máximo exponente de la llamada Generación del 98. Nacido en Bilbao en 1864, se doctoró en Filosofía y Letras en 1884 con una tesis sobre la lengua vasca, en la que polemizaba con las tesis de Sabino Arana. En 1891 se casó con Concha Lizarraga, con la que tuvo nueve hijos, y sacó la cátedra de Griego en Salamanca. Militó en el PSOE desde 1894 a 1897, momento en que pasó por su mayor crisis y se convirtió al cristianismo.
Unamuno fue tres veces rector en Salamanca, desde 1901. Destituido en 1914 por motivos políticos, una década más tarde el dictador Primo de Rivera lo desterró a Fuerteventura. En 1930 regresa a Salamanca, donde es elegido en 1931 concejal y proclama la República. Nombrado rector, no se presenta a la reelección en el año 1933, por desencanto. Tras el alzamiento de 1936, acepta ser de nuevo concejal, pues considera que los sublevados defienden la supervivencia de la civilización occidental. Sin embargo, el odio a sus enemigos que expresa violentamente el general Millán Astray provocará la final destitución de un Unamunoque, desengañado, espetó al militar: “Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España”.
Dios y España
España fue el tema fundamental de las obras de Unamuno hasta la crisis de 1897, y de ahí en adelante adquiere protagonismo el asunto de la inmortalidad de la persona individual.
Fue siempre un pensador voluntariamente asistemático y paradójico, en lucha contra el racionalismo positivista. Muchos le han reconocido ser el primer intelectual moderno de España, aunque lo fue en rebeldía contra la modernidad y el progresismo.
En su libro El problema de lo sobrenatural en Unamuno (Encuentro, 2011), Alfonso García Nuño concluye que a partir de 1897 la “divinización” como única garantía de inmortalidad y de sentido para la vida se convierte en el tema principal del pensamiento unamuniano, hasta el punto de que “la finalidad última del hombre es totalmente trascendente, pues se trata de divinización y, por ello, su realización depende de Dios”.
Ciriaco Morón, desde el campo filológico, coincide con García Nuño en que el sentimiento trágico de la vida en Unamuno tiene como clave “la búsqueda de Dios: la escalada del ascenso y la bajada”.
Fuente: http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/cultura/75-anos-muerte-unamuno-poeta-inmortalidad-20111231
31 de diciembre de 2011